El consejero de Obras Públicas, Vivienda y Movilidad del Gobierno de Canarias, Pablo Rodríguez, no lo ha tenido nunca fácil. Da la impresión de que encara los retos con determinación, honestidad y generosidad en el esfuerzo. De los tres grandes partidos con presencia en el Parlamento de Canarias representa en Gran Canaria al que históricamente más ha flojeado en la isla cada vez que hay que acudir a la urnas. Esto es, CC. Sin embargo, tras años de traspiés tras traspiés ha logrado llevarla a interesantes resultados electorales y a no menos interesantes representaciones parlamentarias e institucionales. Y lo que da la impresión de que resulta más complicado todavía, parece haberla dotado de cierta seriedad y proyección. Supo rodearse de un equipo joven y cualificado con el que ha trabajado dinámicas internas con tesón. Visto desde fuera, el colectivo muestra señales de cohesión. Son los que son y saben qué es lo que quieren ser contra viento y marea. A las duras y a las más duras. En política, sin disciplina y capacidad de sacrificio y mano tendida no se suele llegar a ningún lado. El recorrido es corto. CC en Gran Canaria representa un proyecto que, al menos de momento, se perfila como exento de sectarismos y supremacismos. Si me permiten la licencia, es un espacio político en el que como que apetece estar. No se debe olvidar que lo que realmente es necesario es que resulte útil para los canarios y canarias. Sin excepción. Basta ya de propuestas que hacen hincapié en lo que nos divide. En las que se rechaza todo lo que no sea del color que a uno le gusta. En este contexto, en la era de los desencuentros, la polarización y las rencillas permanentes, no es de extrañar que CC de Gran Canaria comience a recibir ahora guiños de alcaldes independientes a los que no deja de atraer el ejemplo de municipios como Mogán o San Mateo. Entre otros, porque están también los ejemplos de Agüimes, Gáldar, Valsequillo, Tejeda, Moya, Valleseco, Arucas,… gestionados con bastante rigor técnico por representantes de otras siglas políticas y en los que las infraestructuras que mejoran la calidad de vida de los vecinos avanzan. Tampoco en el ámbito de la gestión es Pablo Rodríguez un hombre que se ponga de perfil a la hora de encarar responsabilidades. Durante su primera legislatura como parlamentario acabó como vicepresidente y consejero de Obras Públicas y Transportes en un endiablado mandato en minoría tras la ruptura de CC con el PSOE. Bajo las hostilidades del PSOE y las frecuentes rabietas y pataleos de su nuevo socio de entonces, el Partido Popular y con un deteriorado Gobierno de España, con Mariano Rajoy al frente y al que sucedió Pedro Sánchez, quien puso al presidente canario Fernando Clavijo poco menos que en caza y captura, Pablo Rodríguez supo batirse en defensa del cumplimiento de los convenios de carreteras. En el siguiente mandato aguantó el tipo como cabeza de la oposición al pacto de las flores. Fernando Clavijo había marchado al Senado en busca de la protección del Tribunal Supremo ante la cacería que se había desatado contra su persona en las Islas. Lo cierto es que tras ese periodo de oposición, cuatro años con pandemia incluida, los nacionalistas volvieron al Ejecutivo. Estuvo bien para ellos tras 26 años en el poder. Sobre, todo por que volvieron gobernar tras el paréntesis. De lo contrario, habría que ver. Sufrieron los rigores de la travesía del sediero y aprendeiron. Pablo Rodríguez vuelve ahora a gestionar un área de máxima complicación como es el de Vivienda, en un tiempo que el que la falta de casas hace saltar las costuras de la cohesión social. Además, trata de innovar en la Movilidad al intentar introducir modernos elementos de sostenibilidad y respeto medioambiental a las carreteras y el transporte de la región. Su suerte y desempeño en la tarea puede beneficiar a muchos miles de isleños. n