Desconozco el motivo, pero había gente esperando, mientras se frotaban las manos, que el Barça volviese a pinchar contra el Manchester City para decir que se les ha subido, que están demasiadas acostumbradas a ganar o que, incluso, esta temporada está siendo un desastre. Sin ir más lejos, se aprovechó un partido menos bueno de lo habitual en Mestalla ante el colista -con muchas rotaciones y en un contexto en el que, evidentemente, no podían sacarse conclusiones- para hacer saltar las alarmas.
Y el Barça volvió a cerrar muchas bocas. Pero lo mejor de todo es que no fue ninguna sorpresa, porque desde que Alexia y Aitana salieron a dar la cara en Manchester tras perder por 0-2 la primera jornada, todos los que conocen de verdad a este equipo sabían -sabíamos, aquí me voy a permitir incluirme-, que no solo iban a ganar este partido sino que iban a firmar una de esas exhibiciones para ver repetidas los domingos por la tarde -como el partido ante el Wolfsburo en el Camp Nou, la final de Eindhoven o la de Bilbao-.
Si solo se puede elegir una cosa para explicar el éxito del Barça en los últimos años, más allá del trabajo y la calidad de la plantilla y el staff, es la mentalidad. Lo más difícil no es llegar a la cima, sino mantenerse. Y si este equipo lleva tantos años en la cima no es casualidad. «Teníamos ganas de decir que no, que esto puede pasar una vez, pero no dos. Y hoy solo ha jugado un equipo», dijo Aitana en el Olímpic tras llevarse el MVP.
Es fácil perderse por el camino y relajarse cuando te acostumbras a ganar siempre, porque ha pasado históricamente con los equipos que han marcado época. Y la gestión de esta mentalidad y el hecho de que el hambre de victorias y títulos en este equipo esté intacto desde que se ganó el primer triplete en 2021 -y solo hace tres años y medio de esto, aunque parezca más- tiene un valor incomensurable. Porque no todos los equipos son capaces de lograrlo.
El éxito de este Barça se entiende fácilmente si se presencia al menos uno de sus entrenamientos. “Vamos a muerte”, dicen las jugadoras, “es que por poco nos matamos”. Y es que se toman tan en serio cada sesión, que una victoria en un rondo o en un partidillo sabe a gloria. También, porque las jugadoras, en una plantilla con más de once estrellas, tienen que ganarse cada día su hueco en el once. Por eso jugó Brugts ayer de inicio y no Rolfö. La que esté mejor en cada momento, no hay nada garantizado.
Ante todo el ruido que se generó en el inicio de temporada e incluso después del otro día en Mestalla, ellas querían hablar en el campo. Salieron mejor que nunca, porque solo hace falta cabrearlas un poco -y ya se cabrean solas después de una derrota- para desatar a la bestia. Las notas se ponen a final de curso, que parece que hay que repetirlo. Y este Barça que se vio en Montjuïc, juegue quien juegue -porque fue estelar incluso sin Graham-, es capaz de todo