Podemos lleva su pulso al Gobierno hasta el final y ya prepara el terreno para rechazar los Presupuestos de 2025. El partido comienza a asumir que el impuesto a las energéticas, su condición para sentarse a negociar las cuentas, no tiene visos de salir adelante y da por roto el acuerdo sellado con el PSOE a cambio salvar su reforma fiscal en el Congreso. Al mismo tiempo, comienzan a tejer un relato ante el eventual fracaso del proyecto presupuestario y se sacuden de cualquier responsabilidad por las consecuencias que tendría este posible escenario, donde el Ejecutivo quedaría fuertemente cuestionado.
Los de Pablo Iglesias comenzaron después de las europeas una guerra de desgaste contra el Gobierno con el objetivo de consolidarse a la izquierda del PSOE aprovechando la debilidad de Sumar, incapaz de diferenciarse del socio mayoritario de la coalición. Y en los últimos meses, Podemos ha elevado el órdago. Lo ha hecho poniendo condiciones de máximos para sentarse a negociar los Presupuestos, con la exigencia de romper relaciones diplomáticas con Israel y la reducción por ley del 40% del precio de los alquileres -algo difícilmente realizable a nivel técnico-, además de prohibir la compra de viviendas a quien no vaya a vivir en ellas y prohibir organizaciones como Desokupa.
El último ultimátum llegó hace unos días, cuando amenazaron con no sentarse siquiera a negociar a menos que el Ejecutivo cumpliera el acuerdo alcanzado a finales de noviembre sobre el impuesto a las energéticas, donde se comprometía a negociar con todos los socios de investidura para diseñar un nuevo impuesto y, en todo caso, prorrogar la actual figura antes de fin de año para ganar tiempo y permitir el trámite del proyecto de ley. Pero lo cierto es que el plantón de PNV y Junts la semana pasada a la primera reunión sobre este asunto ha llevado a los morados a dar por incumplido el pacto, y a rechazar cualquier otra negociación a menos que el PSOE comprometa los votos para mantener la recaudación extraordinaria a las empresas energéticas.
Podemos pide además que Sánchez emplee todas las armas a su alcance como cesión de competencias o gestos políticos, al igual que ha hecho el Ejecutivo en otras negociaciones de calado con los posconvergentes. Pero la sensación en la formación es que no existe voluntad para sacar la medida adelante, y ya preparan los argumentarios ante un eventual bloqueo de las cuentas. Una circunstancia que dejaría a Sánchez en una situación frágil, sin haber logrado aprobar un solo proyecto presupuestario desde las últimas generales.
Los cuatro votos de Podemos en el Congreso son imprescindibles para armar la mayoría que sostiene a Pedro Sánchez, pero en los últimos días han amenazado con la idea de una «ruptura total» con el Ejecutivo a menos que cumplieran lo acordado y aceptasen sus condiciones. Una estrategia similar a la que viene adoptando Junts desde que arrancó la legislatura, exhibiendo el poder de doblar el brazo al Partido Socialista. Y precisamente con Junts es a quien Podemos, paradójicamente, no para de compararse en los últimos tiempos. «Nuestros cuatro votos son igual de necesarios que los suyos«, es uno de los argumentos más repetidos en las filas moradas.
Cambio de discurso
Pero más allá de los órdagos y de las amenazas, hay un elemento que ha cambiado en su discurso y que avanza un paso más hacia el escenario de tumbar los Presupuestos. En septiembre, recién arrancado el curso, Podemos se mostraba convencido de que Sánchez se vería obligado a convocar elecciones generales si no lograba sacar adelante las cuentas de 2025, al verse incapaz de aprobar ninguna en lo que va de legislatura. Defendían que el Gobierno quedaba en una «situación insostenible» si no era capaz de aprobar su proyecto presupuestario. «Damos por hecho que habrá en 2025″, defendían entonces, en el caso de que deban prorrogarse las cuentas por segunda vez.
Pero tres meses después, y ante la posibilidad cierta de que las cuentas decaigan por sus votos, en las filas moradas tratan ahora de sacudirse responsabilidades sobre las posibles consecuencias de un fracaso así, desdramatizando la posibilidad de que decaigan los Presupuestos. «No compromete la legislatura«, defienden desde el partido, donde creen que para Sánchez «no cambia nada» el hecho de que naufrague su proyecto presupuestario. Justifican su discurso en aquella polémica expresión del presidente de Gobierno cuando defendió que gobernaría «con o sin el poder legislativo». Una expresión que sirvió para criticar los «tics autócratas» de Sánchez y que ahora emplean en su propio beneficio, para desligar su eventual rechazo a las cuentas a las consecuencias que este episodio pudiera tener para la estabilidad del Ejecutivo. «Él mismo dijo que seguiría gobernando», se justifican en la formación.
Podemos intenta desvincular el fracaso de las cuentas del que serían responsables con un adelanto electoral donde no habría garantías de revalidar un gobierno de izquierdas. Esta cita electoral obligaría a la izquierda a reunificarse en torno a una candidatura y da a Podemos la oportunidad de volver a resituarse en el tablero político y ganar terreno a Sumar tras la traumática ruptura con Yolanda Díaz de las últimas generales, donde la exministra Irene Montero fue vetada de las listas y del Consejo de Ministros tras su pulso la anterior legislatura en la crisis del sí es sí. La debilidad de Díaz y de su proyecto permitirían a los morados negociar en una posición favorable. A esto se une la aproximación que ha iniciado el líder de IU, Antonio Maíllo, para reunificar el espacio de cara a las próximas generales bajo una misma coalición.
A esto se une la situación interna de Podemos, que tiene hasta junio para celebrar su próxima Asamblea Ciudadana, donde deberán renovarse los órganos y en la que Montero, ahora eurodiputada y líder de facto de la formación, podría aspirar a liderar orgánicamente la formación presentándose a la Secretaría General, que ahora recae sobre Ione Belarra, que llegó al cargo tras la renuncia de Pablo Iglesias en 2021. Unas elecciones generales serían además su trampolín para volver a la política nacional tras su paso por el Parlamento Europeo. Sería además una manera de resarcirse y volver a representar a Podemos en unas listas electorales tras el veto que vivió en las pasadas generales.