La Navidad es sinónimo de reuniones familiares, villancicos y regalos, pero también es un periodo de gran estrés, especialmente para las mujeres, que suelen ser las que asumen la responsabilidad de los preparativos de estas fiestas y de que todo sea del agrado de todos. De hecho, tres de cada cuatro reconocen sufrir carga mental debido a tener que hacerse cargo de la mayor parte estas tareas.
Según la psicóloga Diana Rodríguez, estas fiestas no son más que un reflejo amplificado de la doble jornada laboral de las mujeres. «La sobrecarga mental femenina suele darse durante todo el año y aumenta si además hay hijos o mayores a cargo», asegura.
«La sobrecarga mental femenina se da todo el año, sobre todo si hay hijos»
Un estudio europeo realizado en 2023 arroja datos contundentes sobre la desproporción de las tareas familiares que llevan a cabo las mujeres. El 9,5% de las mujeres manifiestan altos niveles de conflicto entre su carga de trabajo laboral y familiar, frente al 6,5% de los hombres.
En cuanto a tareas de carga cognitiva, el 26% de las mujeres indica que habitualmente o siempre son las responsables de organizar actividades sociales conjuntas, frente al 19% de los varones. Asimismo, las decisiones rutinarias de compras recaen mayoritariamente en las mujeres (55%), frente al 44% de los hombres.
Similares resultados arroja la última encuesta realizada por Sigma Dos para Ikea, según la cual, la mitad de los españoles siente estrés en algún momento de estas fiestas, especialmente las mujeres –un 55,7% frente al 42,5% de varones–. El motivo principal es la preparación de las comidas y cenas, que preocupa al 52,6% de las mujeres frente al 37,5% de los varones.
«Compartir las tareas en casa sigue siendo la asignatura pendiente»
Especialistas en distintos ámbitos atribuyen esta brecha a los roles de género que tradicionalmente se atribuyen a hombres y a mujeres y que están profundamente arraigados en nuestra cultura y tradiciones. Según Jorge García Marín, profesor titular de Sociología de la Universidad de Santiago (USC) y director del Club de Masculinidades Disidentes, «venimos y estamos en un sistema patriarcal donde la dominación fue ejercida desde el ámbito de lo público y el ámbito doméstico, no remunerado, fue asumido por la mujer».
Por su parte, Priscila Retamozo, politóloga, formadora y consultora experta en género, subraya que la mujer ha sido históricamente asociada al cuidado y a la organización del hogar. «Estas expectativas se intensifican en épocas como esta, cuando asumimos la responsabilidad del bienestar familiar. Es difícil plantarle cara a las expectativas ajenas, más aún si están tan normalizadas. Esto requiere un esfuerzo colectivo para cuestionar estas normas y avanzar hacia una redistribución justa de las tareas, especialmente en momentos de alta carga emocional como las fiestas», afirma.
Por su parte, José Durán, sociólogo de la Universidad de Vigo (UVigo) reconoce que aunque los estudios sociológicos apuntan a que en los últimos años ha habido un importante progreso en la igualdad de género en el sentido de que los hombres han asumido roles que antes no percibían como propios, como el cuidado y educación de los hijos, también revelan que la gestión del ámbito doméstico sigue atribuyéndose a la mujer. «Aún tenemos interiorizado parte de ese rol tradicional y la mujer sigue responsabilizándose de las tareas domésticas y se culpa si algo sale mal», afirma.
«Nuestra identidad masculina también requiere asumir lo doméstico»
Esta responsabilidad tiene un impacto directo en la salud física y mental. Además, hay estudios que revelan que la pobreza de tiempo (falta de tiempo para uno mismo) afecta de forma mayoritaria a las mujeres. «A pesar de que hoy la mujer también es proveedora, rol históricamente masculino, la sociedad espera que desempeñe también el papel de cuidadora exitosamente… Es entonces cuando comienzan mapas mentales como ‘No llego a todo’, ‘No soy suficiente’, y sentimientos de tristeza, hostilidad, frustración…, se olvida de sus necesidades y de su autocuidado y empiezan a aparecer síntomas relacionados con el estrés y si persiste, problemas como la ansiedad y la depresión» afirma.
En opinión de Retamozo, la corresponsabilidad en el hogar «sigue siendo una asignatura pendiente». «Romper esta desigualdad requiere cambiar dinámicas familiares, fomentar el diálogo y educar en igualdad desde la infancia. También es clave redistribuir las tareas, entender que el hogar es un espacio compartido y asumir que las responsabilidades si no son compartidas son imposiciones, por duro que suene. Los pequeños cambios cotidianos, sumados a la concienciación y la presión social por una mayor igualdad, son esenciales para avanzar», añade la formadora en género, que anima a convertir estas fiestas en un espacio de autocrítica y a preguntarse qué se puede hacer para aliviar el trabajo de las mujeres de la familia, especialmente si se es hombre y, sobre todo, apoyar a aquellas que han decidido cuestionar y desobedecer los mandatos.
«A pesar del avance en igualdad, aún tenemos interiorizado parte del rol tradicional»
Para Marín, el cambio tiene que venir de la óptica masculina de lo que significa la ruptura del sistema clásico. «Las nuevas generaciones de hombres tiene que entender que trabajar en casa forma parte también de todas y cada una de las identidades sin distinción se sexo», comenta el sociólogo.
Los especialistas coinciden en señalar, además, que sólo con la corresponsabilidad se podrá garantizar que toda la familia disfrute por igual del tiempo compartido. Sin embargo, tendrán que pasar algunas generaciones para alcanzar este cambio.
Según la psicóloga Diana Rodríguez, para que estas fechas, en las que los compromisos familiares y sociales se suceden, no terminen pasando factura, es fundamental encontrar un desequilibrio estructural en el reparto de tareas domésticas y cuidados. Para evitar el estrés navideño, que aqueja especialmente a las mujeres, la especialista recomienda, en primer lugar, compartir los cuidados y las tareas con los demás integrantes del hogar y no asumir que estas tareas son exclusivamente responsabilidad de la mujer. Igualmente, hay que priorizar, poniendo en el primer lugar de la lista el autocuidado. Asimismo, propone delegar tareas y no asumirlas todas. «Hay que confiar en que otros también son capaces de hacerlo bien, aunque no sea a nuestra manera», comenta. Asimismo, desaconseja ocultar el malestar. «Hay que mostrar los sentimientos, necesidades y pedir ayuda», comenta. Respecto a cómo redistribuir las responsabilidades familiares, sugiere realizar horarios con cuadros organizacionales de tareas o directrices de lo que es urgente e importante, redistribuyendo las acciones.
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