Con una situación económica –entre inflación y altos tipos de interés– que deja poco margen al despilfarro, un contexto macroeconómico y geopolítico que invita más a la precaución que al desahogo, y, sobre todo, una población infantil que no hace más que menguar, el sector de los juguetes vive un momento bien complejo. “La industria continúa haciendo un esfuerzo apreciable para minimizar el impacto de la subida de costes en el consumidor, porque, en este momento, es importante asegurar un crecimiento, aunque sea muy ligero”, explicaba, hace unos días, la presidenta de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ), Marta Salmon.

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