Perdió Salvador Gomar después de una campaña inteligente en la que llegó a la noche anterior con plenas opciones de victoria. La clave, el apoyo que David Aganzo, presidente de AFE, le había prometido a Gomar. Un factor diferencial que ayudaría al ‘sorpasso’ del dirigente valenciano. Sin embargo, la Asociación de Futbolistas Españoles rompió el compromiso que tenía con la candidatura de Salvador Gomar y esos cerca de 30 votos que giraron de un bando a otro decantaron la balanza. Justo al acabar la votación, David Aganzo se cruzó con un grupo de personas que acompañaban a Gomar y el presidente de AFE agachó la cabeza, en un gesto de vergüenza significativo. No gana el mejor, sino el que mejor negocia con las voluntades.
Incluso el Querelleitor Miguel Galán, que iba a denunciar a Louzán, no lo acabó haciendo y gracias a eso, el condenado presidente electo se pudo presentar porque, de lo contrario, lo hubiera inhabilitado el Consejo Superior de Deportes. Es el movimiento caciquil del fútbol español, tejido por líderes territoriales, capaz de desafiar al Estado, de atrapar incluso a quienes más habían luchado contra ese mismo sistema, como Javier Tebas, al frente de la patronal de clubs, y anestesiar a los que defienden los intereses de los futbolistas.
De inhabilitado a inhabilitado, de Rocha a Louzán. El expresidente de la federación gallega está pendiente de una sentencia en firme tras recurrir una condena por prevaricación durante su etapa en la Diputación de Pontevedra que le impediría ejercer cualquier cargo público durante siete años. Veremos si el CSD está dispuesto a recurrir su elección, sin contar con el apoyo de Miguel Galán, quien podría beneficiarse de un pacto con Louzán para su escuela de entrenadores. El movimiento federativo puede con todo. Entrenadores, jugadores, árbitros y clubes. Todos están en manos del caciquismo que pudre la pelota.
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