Los feligreses se levantan mientras el arzobispo levanta las manos. Entre los dedos, apuntando hacia la cúpula, el hombre levanta una cruz dorada en dirección a un fresco enorme de la virgen María. Las decenas de asistentes, todos atentos, se santiguan. «Somos optimistas y creemos que las cosas pueden ir a mejor. Estamos esperando una liberación, para nosotros y para todos. Somos optimistas y confiamos en que los que acaban de tomar el Gobierno van a proveer a la ciudad de agua y electricidad. Esto cambiará nuestras almas y vidas a mejor”, sermonea el arzobispo, Denis Antoine Shahda, el líder de la Iglesia católica siriaca en Alepo, la segunda ciudad del país árabe.

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