Dice haberla escrito y dirigido “con el espíritu de Modigliani”, el artista italiano con el que Johnny Depp ha pactado su última película Modi: Three Days on the Wing of Madness, 72 horas con Amedeo Modigliani por las calles del País mutilado por la guerra de 1916. El actor estadounidense asegura haberse reconocido en “un tipo salvaje: le gustaba el sexo, las drogas y el rock and roll”. “Y no soportaba el rechazo”, desliza.

“El gui​on de la película fue escrito con el espíritu de Modigliani. Cuando me acerco a un guión como actor, obtengo imágenes o ideas, y hago todo lo posible por entender al personaje. Cuanto más trabajamos, más podía ver cómo el personaje cobraba vida, cómo vivía, cómo era. No quería ver una actuación en absoluto, viniendo de donde vengo. Tengo una gran admiración por Modigliani, por sus pinturas y sus esculturas, pero tengo un respeto infinito por el hombre y por lo que representaba y porque no se comprometió a sí mismo. Se mantuvo sólido sobre sus propios cimientos”, confiesa Depp en una entrevista con media decena de medios internacionales, entre ellos, El Independiente en el Festival de Cine del Mar Rojo, celebrado esta semana en Yeda, la ciudad más liberal de Arabia Saudí.

Johnny Depp, en Arabia Saudí. | Ernesto S. Ruscio/Getty Images for The Red Sea International Film Festival

«Ser feliz porque se ha mantenido fiel a sí mismo»

El americano, alejado del circuito de Hollywood y con 61 tacos, mide las palabras. Lleva sombrero ajado y gafas de sol. Sostiene una copa -en tierras saudíes, al menos públicamente, el alcohol está prohibido- y su piel está tallada de tatuajes. El encuentro se produce dos horas después de lo acordado, pero Depp acepta el embate de los esforzados plumillas con ese histrionismo que recorre su carrera, desde Eduardo Manostijeras o Charlie y la fábrica de chocolate hasta Piratas del Caribe. En Yeda, a orillas del Mar Rojo y con un diciembre caluroso y húmedo, Depp parece un Jack Sparrow desterrado del mar.

“Para mi Modi es un tipo que demuestra estar satisfecho con su vida, ser feliz porque se ha mantenido fiel a sí mismo. Así que cuanto más conocía a los personajes, más encontraba su voz en mi cabeza, aprendiendo de los actores. Terminé reescribiendo gran parte del guión. Porque cuando empezamos la película no tenía ni idea de lo que se suponía que iba a ser o de lo que quería que tratara, ni ninguna visión, ni ideas preconcebidas, ni nada.. Fue realmente la película, a través de los actores, lo que añadieron… La película empezó a decirme exactamente lo que quería ser a través de los personajes. Y eso fue un gran regalo, porque una vez que empiezas a entender a dónde va, sabes que hay que reescribir escenas y agregar otras”, reconoce junto a Riccardo Scamarcio, el actor italiano que encarna al artista italiano.

Terminé reescribiendo gran parte del guión. Porque cuando empezamos la película no tenía ni idea de lo que se suponía que iba a ser o de lo que quería que tratara

“La película es realmente un rompecabezas. Es muy abstracto. En la sala de montaje, las opciones, la cantidad de valientes y hermosas opciones y hermosos accidentes con los que terminamos hicieron del montaje de la película un verdadero placer. Así que sí, escribí un montón de diálogos y pido disculpas a todos por ello”, dice Depp entre carcajadas. Scamarcio, a su lado, ofrece el testimonio de uno de los damnificados. “No todas las películas son iguales. A veces cuando tienes la oportunidad de trabajar con un director que te permite ir un poco más lejos, tomar el riesgo… en realidad, ponerte en las peores condiciones para actuar a veces; puede surgir también el mejor trabajo”, murmura bajo la mirada divertida del americano.

“Por ejemplo, cuando hicimos la escena con Al Pacino, Johnny reescribió completamente la escena desde el principio hasta el final. Eran como 27 páginas que recibí en la mañana que rodábamos, una hora antes de rodar. En la página 28 se advertía además que ‘había más diálogo por añadir’. Recuerdo que fui a buscar a Johnny y le dije: ‘Se supone que tenemos que rodar en una hora. ¿Qué mierda es esto?’. La respuesta fue: ‘Hey, no se que decir. Sabes, ni siquiera hablas inglés. Está bien. Todo va a estar bien’. Al final me lo tomé de otro modo. Pensé en que el director me veía capaz de hacer esto. Para mí ha sido un enorme gesto de respeto y una consideración de mis capacidades, pero sentí presión por supuesto”, narra Scamarcio.

El resultado es un biopic que trata de reivindicar la libertad creativa y sin líneas rojas del artista que murió en 1920 a la edad de 35 años, producto de la tuberculosis y la indigencia. La primera película dirigida por Depp en casi treinta años – desde The Brave en 1997- y un encargo de Al Pacino que, desde su estreno en el festival de San Sebastián, ha sido bien recibida por la crítica. “Era el momento de volver a hacerlo. Hay dos historias que quiero dirigir algún día, pero no tenía planes de hacer otra película como director. Hasta que Al Pacino me llamó desde algún lugar y me dijo: ‘Oye, John, ¿recuerdas cuando hicimos Donnie Brasco? Te hablé de una película sobre Modigliani’”, rememora el actor. “Le dije: ‘Sí, lo recuerdo, hombre’. ‘Creo que deberías dirigirla’, respondió al otro lado del teléfono. Me sentí muy honrado de que realmente me pidiera que lo hiciera y estaba lo suficientemente loco como para creer en mí. Ayudó mucho en el proceos. En el proceso de casting, miré fotografías de actores potenciales para Modigliani y y al ver la cara de Ricardo, dije: ‘Ese es el tipo. Ahí está Modigliani’. Había algo en sus ojos. Había algo poéticamente salvaje. Luego tuvimos un FaceTime cuando estaba en una gasolinera”, evoca.

Riccardo Scamarcio y Johnny Depp.

«Ni tres actos ni chico besa a chica»

Y de ahí surgió una magia que funciona, también en una conversación entre ambos con un par de periodistas en lugar tan exótico como Yeda, donde hasta 2018 las salas de cine estaban prohibidas y el reino era un desierto cinematográfico, sin presente ni memoria. “Creo que Ricardo es como un Montgomery Clift. Creo que es un actor increíble, un artista en el sentido serio. No está ahí para ser mirado. No está ahí para ser un chico de póster. Podría haber sido todas esas cosas. Está ahí para hacer su trabajo, pero también entiende el hecho de que estamos haciendo una película. Hacer una película debe ser divertido. Ya sabes, cada una debe ser inspiradora. Debe ser divertido. Deberías ser capaz de intentar cualquier cosa que quieras como personaje. Sacarlo todo. Y Ricardo es como una de esas estrellas de cine de antaño. Como el joven Brando, Al Pacino o Marcello Mastroianni”.

Los elogios de Depp son también una reivindicación de un cine que reclama los márgenes de los modelos financieros y estéticos dominantes y que tiene su origen en propia biografía, en sus encontronazos con Hollywood. “Hollywood para mí es como ir a la escuela. Aprendí mucho allí y aprendí mucho y me esforcé para hacer lo que sentía que era correcto en términos de los personajes y las películas y esas cosas. Hollywood no siempre estuvo de acuerdo con algunas de mis decisiones. Siempre fue un poco un lastre. En los estudios de Disney o Warner Bros vi el miedo en ellos y el miedo sobre todo de lo que estoy haciendo. Era como añadir combustible a mis decisiones. Cuando los vi preocupado, aquello me impulsó a continuar. Me impulsaba a ir más allá. No quería hacer daño a nadie ni nada de eso. Sólo el hecho de que estaban preocupados por mis opciones me dijo muy rápidamente y muy simplemente que yo estaba haciendo mi trabajo de un modo correcto”, arguye en respuesta a este periodista.

Lo que he aprendido acerca de Hollywood es que puede ser muy limitante, especialmente en el plano creativo si uno quiere hacer o tiene la inspiración de hacer algo que no es la estructura de tres actos

“Si no estuvieran preocupados, entonces sentiría que no estoy haciendo mi trabajo lo suficientemente bien; que no lo estaba intentando o que no estaba presionando lo suficiente. Pero en última instancia, lo que he aprendido acerca de Hollywood es que puede ser muy limitante, especialmente en el plano creativo si uno quiere hacer o tiene la inspiración de hacer algo que no es la estructura de tres actos; no la fórmula del chico guapo y la chica guapa besándose al final y la puesta de sol y cosas por el estilo. Si no es así, vas a tener dificultades para hacer tu película. No quiero jugar con las estructuras existentes. Creo que uno debe tener su propia voz, como en la vida, y nadie más debería tomar decisiones sobre quién eres y qué sientes y qué ves y piensas. Por eso es tan liberador estar involucrado desde el principio en un proyecto para desarrollar algo que no necesariamente se haría en Hollywood, porque a estas alturas no voy a bailar claqué para nadie. Hollywood fue una experiencia de aprendizaje, pero tienen mucho que aprender”.

¿Y si Modi, el artista bohemio que jugó con los límites, levantara la cabeza? ¿Cómo vería el mundo en el que vivimos?, le pregunto cuando la conversación apura sus últimos renglones, por exigencia de sus representantes. Y Depp, el pirata mimetizado con el pintor que conoció la fama después de muerto, replica: “Modigliani entendería hoy que está bien reír más que más que sentirse estresado o presionado para ser cualquier cosa distinta a lo que era. Creo que hoy se reiría después de todo lo que ha pasado”. 

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