Acabo de abrir la ventana y al hacerlo ha entrado una bocana de aire frío que me recuerda la evidencia de que estamos otra vez en invierno, que de nuevo están en mi compañía las sensaciones de unos meses de esperanza.
Son miles las ventanas que he podido abrir en mi vida y cada vez que abro una nueva es como si empezara una andadura diferente, aun siendo la misma y en el mismo lugar. Son tantas las que nos hacen compañía que podría contarlas por decenas y los que han sugerido su existencia para acompañar creaciones, acciones y aplicaciones son también legión.
Antonio Muñoz Molina recrea una Nueva York distinta desde las Ventanas de Manhattan; los internautas se pasan horas y horas abriendo y cerrando ventanas virtuales, por donde pasan centelleantes e imparables las imágenes más variopintas y las informaciones más variadas.
El inigualable Alfred Hitchcock dio vida a una ventana claustrofóbica, por donde se cuelan las vidas de aquellos que son observados por los ojos inquietos y curiosos de un periodista magullado y metomentodo. Otros autores juegan con la comparación, para dar vida a lo constreñido u ostentoso del mundo social y lo que éste puede conllevar, como es el caso de Edward Morgan Forster en su novela Una habitación con vistas.
Nos pasamos la vida rodeados de ventanas que son mudos escenarios de nuestro paso por ellas, pero que suponen una representación de suma importancia para la cotidianeidad. Desde el hospital las ventanas se convierten en escaparates de esperanza para los enfermos que esperan postrados acariciar de nuevo la posibilidad de pasear sus anhelos por las calles. Los presos atisban la libertad entre ventanucos abarrotados que impiden que la luz entre dejando un haz limpio en la estancia, porque siempre está rayado por el odio de las sombras.
También existen lugares que censuran los ventanales porque pueden ahuyentar la motivación y el interés por centrar la atención de los que están dentro de esos recintos. Es difícil escaparse de lugares clausurados por todas partes y en ellos incluso la imaginación se resiste a funcionar como mecanismo evasor.
Las ventanas han ido cambiando en la historia del hombre, haciendo de su transformación una forma de evolución. Pasar de una barbacana a una ventana convencional con vidrio significa la conversión de usar ventanas para la guerra o utilizarlas para el confort.
Le invito a abrir esa ventana, que posiblemente ignore, pero que tiene a mano y deje pasar a su hogar todo lo espléndido del mundo, porque ignorar el exterior es ignorarse un poco a sí mismo.