Las relaciones entre PP y Junts, incluso en aspectos superficiales y que tienen que ver más con la casualidad que con la estrategia política, se atragantan en las filas conservadoras. Cualquier acercamiento al partido de Carles Puigdemont siempre es delicado de gestionar. Para empezar, porque las sensibilidades dentro del PP son muy distintas. Coexisten dos almas: la pragmática, que apuesta por tejer relaciones con todos los grupos parlamentarios si eso redunda en desestabilizar a Pedro Sánchez y ampliar las posibilidades de Alberto Núñez Feijóo para llegar a la Moncloa; y la que rechaza de plano cualquier acuerdo con los independentistas y que ve en Puigdemont una traición absoluta a los votantes populares.

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