En 1992, durante la campaña electoral estadounidense que enfrentó a Bill Clinton con George Bush padre, el estratega de la campaña demócrata, James Carville, colgó un cartel en las oficinas centrales del partido con estos tres únicos puntos: 1) Cambio vs. más de lo mismo. 2) La economía, estúpido. 3) No olvidar el sistema de salud. El segundo punto fue el que aseguran que dio el éxito a Clinton frente a un rival que había obtenido grandes éxitos en política internacional y que por entonces parecía imbatible. El candidato demócrata centró su campaña en cuestiones cotidianas y en los problemas económicos de las clases medias y pobres. Se le añadió el «es» al principio de la frase y se convirtió en el principal lema de la campaña.

Que tiempos aquellos en los que los políticos discutían sobre temas que tenían que ver con la vida de los ciudadanos. En nuestro país hace mucho tiempo que la Oposición no habla de economía. Y no lo hace porque la macroeconomía española sea la más exitosa de los países desarrollados, como acaba de publicar The Economist, sino porque la derecha, en nuestro país y en todo el mundo, ha descubierto que lo más importante ahora es la comunicación, estúpido. No importa el contenido de lo que se comunique si se hace de forma masiva y convincente, aunque lo que se diga sea una barbaridad.

Se puede decir una cosa y la contraria en la misma frase, pero si los medios afines lo publican como algo positivo, la inmensa mayoría de los ciudadanos lo aceptará, sin analizar su contenido. Pongamos como ejemplo lo que ha dicho Alberto Nuñez Feijóo esta semana sobre la relación entre el Gobierno y Junts Perque Puigdemont Pugui Viure Bé. El líder de la oposición, con permiso de Miguel Ángel Rodríguez, afirmó en el Congreso de los Diputados que Pedro Sánchez estaba engañando al partido independentista, para justo después, sin tomarse un respiro, asegurar que el Gobierno estaba en manos de esos mismos independentistas a los que estaba engañando. Para rematar el sinsentido, él mismo se ofreció a Junts, a los terribles independentistas, para que le dieran su apoyo, porque es un hombre de palabra y él sí cumpliría los acuerdos a los que pudieran llegar. Reconocerán que este párrafo del discurso de Feijóo no soporta un análisis de texto, pero tienen la suerte de que ya nadie sabe hacer análisis de texto.

Siguiendo con los ejemplos de la importancia de tener a favor a la inmensa mayoría de medios de comunicación, podríamos hablar del caso del compañero de piso de lujo de Isabel Díaz Ayuso, Alberto González Amador. No me negarán que no es para ponerse de pie y aplaudir a rabiar al bueno de Miguel Ángel Rodríguez por el trabajo que ha hecho en este caso. González Amador comete un gravísimo delito fiscal, además de tráfico de influencias y otros varios, lo reconoce por escrito, lo negocia con la fiscalía y quien acaba dimitiendo es el secretario general del PSOE en Madrid y quien es investigado el Fiscal General del Estado, que se limitó a desmentir las falsedades que publicaron los medios afines al ventrílocuo de la presidenta madrileña.

La izquierda tiene dos graves problemas a la hora de comunicar. El primero es que la inmensa mayoría de los medios, como la inmensa mayoría de los jueces, son de derechas y el segundo, que sus mensajes son demasiado diversos y excesivamente complejos para el mundo plano y simple en el que vivimos. No es casualidad que el hombre fuerte del PP, el que de verdad corta el bacalao, sea un periodista, un periodista sin escrúpulos cabría añadir. No lo duden, estimados lectores: Es la comunicación, estúpido.

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