En muchas ocasiones, los asturianos tendemos a identificar la emigración a las Américas con la figura de los indianos, con sus grandes casas y bellos palacios que construyeron en su vuelta triunfante y que conformaron un urbanismo singular en algunos pueblos y villas de Asturias, y también por sus aportaciones benéficas y financiación de escuelas, centros culturales y fundaciones varias dedicadas a la promoción de actividades de carácter social en sus localidades de origen. Sin embargo, se presta mucho menos atención al destino del inmenso colectivo de jóvenes -la mayoría varones- que durante gran parte del siglo XIX y la primera mitad del XX salieron de nuestras aldeas con destino a las tierras de ultramar, en una Asturias que albergaba unos 550.000 habitantes allá por 1860. Se estima que fueron más de 400.000 asturianos los que en un siglo abandonaron su tierra para comenzar una nueva vida en aquel Nuevo Mundo, que acogió, entre 1870 y 1913, alrededor de 60 millones de europeos.
En estas líneas pretendo recordar la trayectoria que siguieron dos asturianos que se dedicaron al activismo social como militantes del anarcosindicalismo en tierras americanas. Se trata del pixueto Emilio López Arango y del gijonés Avelino González Entrialgo. Emilio, de familia pescadora, nació en Cudillero en 1893 y con trece años -como tantos otros- emigró a Cuba, donde trabajó en el comercio de un familiar, pero pronto regresó a Asturias, para poco después -en 1910- partir de nuevo hacia América, en esta ocasión con destino a la Argentina.
La conquista del pan en Argentina
Dos años después de su llegada, cuando deambulaba por las calles de Buenos Aires en busca de trabajo compró en un puesto callejero el libro “La conquista del pan”, del ruso Piotr Kropotkin, y las ideas del padre del anarcocomunismo le cautivaron y se hizo anarquista. Su primer período de militante transcurrió trabajando en el gremio de panaderos. Arango -así era conocido en los ambientes anarquistas de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA)- fue un autodidacta que, sin embargo, llegó a ser uno de los más importantes teóricos y militantes del movimiento obrero anarquista de la Argentina, siendo una de las fuentes teóricas de las que se ha nutrido el anarcosindicalismo gracias a la proyección futurista de sus conceptos e ideales libertarios.
Después de pasar año y medio en prisión al ser detenido durante una huelga de panaderos, ejerció como redactor de «El Obrero Panadero», en el que publicó varios trabajos bajo el seudónimo de «Xáxara», incorporándose posteriormente a la publicación anarquista «La Protesta», de la que llegó a ser director. Emilio López Arango y el conocido dirigente anarquista leonés Diego Abad de Santillán, que por aquel entonces residía también en la Argentina, desarrollaron en «La Protesta» una intensa y prolífica actividad que permitió a este periódico llegar a contar con dos ediciones diarias. El 25 de octubre de 1929, cuando López Arango tenía sólo 36 años y se encontraba en su casa preparando la cena para su familia -para su mujer enferma y sus tres hijos-, alguien llamó a la puerta y al abrir recibió tres balazos en el pecho que lo dejaron malherido, falleciendo poco después. Nunca quedó aclarada la autoría del atentado, si bien algunas opiniones -como la del citado Diego Abad- señalan al también anarquista Severino Di Giovanni como autor de los disparos. Era conocido que este personaje mantenía con Emilio fuertes diferencias, ya que el asturiano combatió siempre la táctica de los atentados dentro del movimiento libertario. Sin embargo, nunca se demostró su culpabilidad.
Un gijonés libertario en Venezuela
El otro anarquista asturiano que desarrolló parte de su actividad en Latinoamérica -a lo largo de más de tres décadas- fue Avelino González Entrialgo, que nació en el seno de una familia obrera, a finales de 1898 en el pueblo gijonés de Tremañes. Se afilió con trece años al Partido Federal y con dieciséis ya era un asiduo militante de la Agrupación Libertaria de Gijón, acudiendo con frecuencia al Centro de Sociedades Obreras, en donde conoció a dirigentes históricos como Eleuterio Quintanilla. Después de trabajar como obrero del vidrio y del metal, y de desarrollar una intensa actividad militante, incluido su paso por el partido fundado por el ex-anarquista Ángel Pestaña, fue siempre partidario de un frente común de las izquierdas y fue uno de los firmantes en marzo de 1934 de la Alianza Obrera asturiana con los socialistas.
Concluida la Guerra Civil, González Entrialgo abandona España por el puerto valenciano de Gandía, exiliándose en Inglaterra, donde residió un año en Gales, recibiéndo la ayuda de los metalúrgicos ingleses. En 1940 sale en barco con destino al puerto chileno de Arica, y allí comienza su periplo latinoamericano, pasando primero por Bolivia, luego por Argentina y más tarde en Uruguay, país donde consigue un buen contrato, pero que tiene que abandonar acusado de instigar una huelga. Pasará después una década en Chile y posteriormente arribará definitivamente a Venezuela.
González Entrialgo siempre fue un militante convencido de la necesidad de una sola central sindical, no era buen escritor y prefería participar en conferencias y encuentros sobre ideología libertaria, en los que hablaba siempre sin papeles, apoyándose en un rico y amplio anecdotario y de muchas metáforas. En el exilio, Avelino González Entrialgo luchó activamente por la existencia de una única Confederación Nacional del Trabajo (CNT), en línea con los acuerdos del Congreso de 1936, y defendió las tesis colaboracionistas de su Subcomité Nacional. En los años sesenta colaboró con la publicación «Asturias», que se publicaba en París, y durante su exilio latinoamericano siguió militando en el anarquismo, siempre fiel a sus ideales de transformación social. Falleció el 18 de mayo de 1977, cuando tenía 79 años, en la venezolana Mérida.
Termino estas líneas con una llamada de atención sobre el olvido en el que están cayendo miles de biografías de asturianos que emigraron a las Américas. En este sentido, quiero señalar que formo parte de la última generación, que por transmisión oral, tiene algún conocimiento sobre las aventuras de los familiares que se fueron a ultramar. Y propongo que para que esta parte de nuestra memoria histórica no se pierda. Sería bueno que alguna institución crease una base de datos en la que se pudiesen depositar y archivar las notas biográficas sobre la vida y actividades que desarrollaron por tierras americanas tantísimos asturianos anónimos. No es una medida que resulte cara, y que además se puede enriquecer con la participación de los descendientes de la emigración a través de la intermediación y estímulo que pueden desempeñar en esta cuestión los diferentes Centros Asturianos repartidos por el mundo.