El Real Madrid acudió a Vallecas a jugarse el liderato porque de allí podía salir encaramado a lo más alto, pero sabía de la dificultad de la empresa. Y noventa minutos y seis goles después, el empate final fue largamente celebrado por la parroquia vallecana, no por su entrenador. El día que Bellingham conoció el campo más inglés de la Liga el Rayo desperdició dos goles de renta y la defensa del Real Madrid hipotecó una remontada heroica que no sirvió de nada. Porque Vallecas es Vietnam. Un campo en el que llueven las bombas sobre las áreas, en el que las trincheras distan un paso y es imposible hacer ancho.

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