El milagro de Rubén Baraja duró hasta abril. El Pipo fue capaz de que su joven Valencia llegara a la recta final de la temporada pasada con opciones de luchar por los puestos europeos. Dos victorias consecutivas contra el Granada y Osasuna lanzaron al equipo en la clasificación y convirtieron el Valencia-Betis del 20 de abril en Mestalla en una ‘final’ por Europa. El técnico por primera vez desde que aterrizó en el banquillo cambió su discurso y se atrevió a hablar del objetivo europeo, eso sí, con la boca pequeña. «Vamos a pelearlo, pero no tenemos presión», decía ambicioso en sala de prensa. Desgraciadamente, el equipo se estrelló aquel día contra su propia realidad. El Betis de Isco pasó por encima del Valencia con autoridad y, sin saberlo, lo hundió para siempre. Hasta hoy. 

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