Francisco es una figura geopolítica desacomplejada. En lo que va de su papado, el Papa argentino ha ido a menudo a contracorriente de la agenda de muchos líderes mundiales, criticando de forma vehemente, por ejemplo, los países que lucran con las guerras o rechazando con saña el aborto. Una mezcla de conservadurismo en lo moral y ultraprogresismo sociopolítico, con mirada enfocada a lo que él llama «las periferias»; eso es, zonas fuera del foco mediático y global. Con este bagaje, el Papa llega este domingo a Córcega, lo que ha levantado críticas en Francia, pero que también tiene como trasfondo el guiño de la Iglesia a las reivindicaciones culturales y lingüísticas de la isla.
Oficialmente, Francisco viaja para participar en el congreso sobre Religiosidad Popular en el Mediterráneo, desplazándose a Córcega este domingo. Tras aterrizar en el aeropuerto internacional de Ajaccio —convirtiéndose además en el primer Papa reinante en pisar suelo corso—, se dirigirá primero al Palais des Congrès et d’Exposition de la ciudad, donde dará un discurso en presencia de sacerdotes franceses, italianos y españoles. Otros discursos están previstos en la catedral de Asunción y, por la tarde, en Place d’Austerlitz, un gran parque al que acudía Napoleón (originario de la isla) de niño.
No obstante, la visita, nada más anunciarse, desató polémicas en Francia. Polémicas que se remiten al rechazo del Pontífice a participar en la gran ceremonia de reinauguración de Notre Dame de la semana pasada, justo una semana antes de su viaje a Córcega. Lo que —aunque no hubo una queja oficial por parte de Francia— suscitó un malestar que se visibilizó en la prensa francesa, en la que se llegó a hablar de una «afrenta» contra Emmanuel Macron, el presidente francés. Algo que a su vez desde el Vaticano se intentó matizar con el argumento de que el acto en París coincidía con una serie de citas del Papa en Roma, entre ellas un consistorio que se celebró el pasado domingo.
Identidad corsa
Pero esta no sería la única razón, según Bernard Planche, consejero en asuntos religiosos de la Embajada de Francia ante el Vaticano. «Claro que ha habido decepción en Francia. Sin embargo, se entiende que el Papa ha querido priorizar estar con el pueblo en Córcega, y participar en actos más sencillos y pastorales, en lugar de ir a París para un evento más mundano«, afirma en entrevista. Acto seguido, Planche recuerda que además Francisco ha mostrado interés por el modelo del cardenal español naturalizado francés François-Xavier Bustillo, quien en los últimos años ha promovido el resurgir de la identidad y la cultura corsa dentro de la Iglesia local.
«En Córcega actualmente hay un Gobierno que pide más autonomía, por lo que no se puede descartar que alguien intente aprovecharse de la visita del Papa», razona Planche. Pero «lo que ha hecho Bustillo ha sido invertir en la recuperación de la lengua y cultura corsa tradicional, en particular en lo que se refiere a los jóvenes y cofradías. Y eso tiene un objetivo evangelizador […] Ha significado, por ejemplo, permitir con más frecuencia el uso de la música tradicional en ceremonias religiosas», explica Planche.
Los números también ayudan a entender este enfoque. Pese a que Córcega no ha sido inmune en el pasado al descenso de creyentes cristianos que han sufrido muchos países europeos, la religión católica aún resiste en la isla. De hecho, según estadísticas, nueve de cada 10 corsos aún se declaran católicos y algunos observadores incluso hablan de una leve recristianización.
Recristianización
El historiador corso Michel Casta lo explicaba el año pasado como el resultado de algo que, en verdad, viene de lejos. «La religión católica siempre ha sido vista por los corsos como un medio para afirmar su identidad«, explicó Casta, al diario ‘Corse Matin’. «Es un elemento recurrente, especialmente en los momentos de tensión. Desde la conquista francesa, la religión se percibe como un elemento de resistencia frente a los nuevos amos, vistos como antirreligiosos o, al menos, portadores de una concepción diferente de la Iglesia. Un aspecto que, por ejemplo, se volverá a encontrar en el siglo XX dentro del movimiento autonomista de entreguerras», añadió.
Todo ello cuando la tensión por las diatribas sobre la identidad corsa se mantiene en Francia. De hecho, en 2023, Macron propuso a la isla una «autonomía dentro de la República», pero el proyecto aún no está cerrado. Y mientras han continuado las discusiones. Prueba de ello han sido las protestas de estos días de jóvenes corsos por la decisión en noviembre del Tribunal Administrativo de Apelación de Marsella de prohibir —con el argumento de que iría en contra de la Constitución francesa— el uso de la lengua local en la Asamblea y el Consejo Ejecutivo de la isla. Protestas que se han parcialmente suspendido por la inminente llegada de Francisco a Córcega.