Peter Lim, máximo accionista del Valencia CF, se retiró a dormir en Singapur -primera hora de la tarde en España- sin hacer efectiva la destitución de Rubén Baraja que le había propuesto horas antes Layhoon Chan. La urgencia de un cambio en el banquillo fue la conclusión a la que llegaron la presidenta, el director deportivo, Miguel Ángel Corona, y el director corporativo, Javier Solís, después de la novena derrota de la temporada en Valladolid, donde el conjunto blanquinegro volvió a ocupar el puesto de colista.
El contexto económico, marcado por las restricciones y la desinversión impuesta por el empresario singapurense, frenó la decisión y abre la puerta a la opción de que Baraja sea el técnico del equipo el próximo miércoles en Barcelona frente al Espanyol, a pesar de la opinión de sus mandos superiores. El relevo en el banquillo supone un costo muy elevado dentro de los planes salariales -totalmente restrictivos- en los que se ha movido el club desde 2020. El despido de Baraja y su cuerpo técnico, que tienen contrato en vigor hasta junio de 2026, costaría por encima de los cinco millones de euros.
Miguel Ángel Corona y Layhoon Chan tratarán de que Baraja y su agente rebajen las condiciones, empezando por cierta flexibilidad en los plazos de cobro del finiquito. Sin embargo, no menos importante que los costes de la salida del ‘Pipo’ serían los de entrada del nuevo inquilino del banquillo. Al menos del que ha sido la opción preferente del Meriton valenciano: Quique Sánchez Flores. El exjugador de los de Mestalla es perfectamente sabedor de cómo se rige el Valencia CF actual y la condición de indefensión con la que han contado la mayoría de entrenadores que han estado al servicio de la entidad gestionada con mando a distancia por Peter Lim.
QUIQUE, EXPERTO EN VCF
A Quique, quien ya entrenó al Valencia entre 2005 y 2008, clasificándolo por dos temporadas consecutivas para la Liga de Campeones, le seduce la idea de volver y ayudar al equipo a mantenerse en Primera, un objetivo que ya logró el curso pasado con el Sevilla FC. No obstante, las condiciones con las que tendría que trabajar, una plantilla limitada y un proyecto inexistente, generan dudas al que fue lateral derecho del equipo durante diez campañas entre 1984 y 1994. Precisamente, las mismas que también defendió el escudo del murciélago Rubén Baraja. Hace unos días, Quique no quiso entrar a valorar la opción de regresar al banquillo de Mestalla en una entrevista con el periodista Carlos Serantes. «No voy a hablar. Tengo un respeto grande al Pipo. Es una leyenda. Somos colegas ahora y en el pasado tuvimos una relación de superrespeto entrenador-jugador. Los dos hemos aprendido juntos y compartido experiencias», dijo el madrileño sobre Baraja, al que entrenó en el Valencia CF.
La carta de Quique está complicada. Con más contras que pros, él medita la propuesta del Valencia, aunque debería ‘tragar’ dentro del vestuario con Rafa Mir, de quien no le gustó su compromiso en Sevilla, y bajar su pretensión salarial para poder encajar en el escenario de Lim. Un club en el que reina el surrealismo. De hecho, Baraja se fue ayer de la Ciutat Esportiva sin una decisión en firme sobre su futuro. Sin ser respaldado. Ni tampoco sentenciado en el cara a cara con la presidenta y el director deportivo, con los que se reunió brevemente tras la sesión de entrenamiento. En el cónclave en Paterna no apareció Javier Solís.
Sin noticias claras sobre el plan del club, el ‘Pipo’ sigue con su intención de centrarse al 100 % en lo deportivo y la misión casi imposible de rescatar al equipo del último lugar de la Liga. Prepara el partido contra el Espanyol sin saber a ciencia cierta si estará. «Rendirse no es una opción, me veo con fuerzas», comentó en Pucela tras el 1-0.
Este domingo, las miradas volverán a dirigirse a Singapur. Baraja se resiste a que estas sean sus últimas horas como técnico del Valencia. Aparte de la vía Quique, difícil, al club han llegado ofrecimientos como los de Pacheta o Sergio, especialistas en clubes ascensores. Eso sí, la opción de Miguel Ángel Angulo, asequible en lo económico, sigue en la mesa.