Shu Taira levanta la cabeza, mira a lo lejos, y se pregunta, en voz alta, cómo ha recorrido el camino que va desde el templo budista de Asahikawa (Japón) del siglo XIV, donde nació, en 1942, hasta el salón de plenos del Ayuntamiento de Oviedo, donde recibía en ese momento, este viernes por la mañana, el título de hijo adoptivo de la ciudad que lo acogió en 1968. El alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, entregó al maestro judoca el máximo reconocimiento que la ciudad reserva a los que sin haber nacido en el municipio acumulan méritos especiales, y Taria acogió el homenaje arropado por amigos y familiares y con la certeza de que la vida te lleva en direcciones insospechadas que hay que recorrer de la mejor forma posible.
“No sabía que iba a llegar hasta aquí”, confesó el Shu Taira agradecido y algo abrumado. “La vida es así”, resumió tranquilo, “cada encuentro se va hacia una dirección y después aparece algo y te lleva a otro lado, y ahora estoy aquí y nunca lo imaginé”. El título de hijo adoptivo al maestro y divulgador de las artes marciales fue un acto sencillo y muy emotivo, en el que las palabras de su hija, Yoko Taira, bailarina y coreógrafa en el Centro Dramático Nacional, hicieron brotar más de una lágrima entre el público. Cuando era pequeña, contó leyendo con voz quebrada unas notas en el teléfono móvil, todas las noches su padre regresaba del gimnasio Takeda, abría la puerta de la habitación donde dormían ella y su hermano y les deseaba buenas noches: “oyasumi nasai”. A los hijos les inculcó un respeto a las decisiones vitales, aunque fueran tan poco ortodoxas como dedicarse a la danza. “No hubo dudas ni impedimentos, sino viajes continuos a Madrid, cuando solo tenía 13 años y era mi pasión, porque él también era un hombre de pasión”, relató Yoko Taira.
La vida de Shu Taira, al revés, tuvo una parte importante de renuncia, como explicó su hija. Aparcó una prometedora carrera en la interpretación (en Tokio había llegado a protagonizar la película de samurais «Amor en el pacífico» y participar en la bélica «Zero sen») para formar una nueva familia. Su salida de Japón tenía como destino París, pero, como él mismo explicó, el azar vital le llevó a España y desde Madrid, a Oviedo. “España, eso ya lo sabía”, contó este viernes él mismo, “era el país de Don Quijote, de Cervantes”. Lo que no esperaba era encontrar el amor de su vida. Su mujer, Ángela Alonso Martínez, estuvo también ayer en el recuerdo del maestro Taira, que la evocó en la llegada a su “querida ciudad”, donde estuvo tanto tiempo con ella. “Ahora no está con nosotros, pero estará mirándo, desde arriba…”. Las creencias, admitió Taira, sean budistas o católicas, confluyen en lo esencial. Yoko Taira, la hija, ilustró la historia de sus padres con otras palabras: “Dejó su país natal en busca de nuevas experiencias sin saber que el amor de su vida estaba en Oviedo, Vetusta fue un nuevo comienzo y aquí se desvivió por enseñar todo lo que había aprendido en Japón, el judo, y los valores que le siguen acompañando cada día, echando horas delante del ordenador para seguir al lado de las nuevas generaciones de judocas”. “Gracias”, concluyó, “por dedicar tu vida a los que te rodeamos y gracias, Oviedo, por acogerle con tanto cariño y respeto”.
Alfredo Canteli, que se encargó de presentar el acto y pronunciar el discurso principal de concesión del título de hijo adoptivo, destacó el papel de Shu Taira como “maestro de las artes marciales en Asturias”. “No sólo importa lo que has hecho”, subrayó el regidor ovetense, “sino cómo lo has hecho”. Canteli, antes de que el secretario municipal Jesús Fernández de la Puente, leyera el acuerdo de concesión del título, habló de la “entrega y compromiso” del homenajeado con el judo, y del “respeto, elegancia, humildad y sacrificio” que su trayectoria representa.
Canteli destacó otros aspectos como la promoción que el maestro Taira realizó siempre del deporte entre las mujeres, pionero de las clases mixtas, “algo impensable hace 50 años”. “Fuente de inspiración, ejemplo a seguir, orgullo de la ciudad y de los ovetenses”, resumió el Alcalde, su trayectoria incluye también “una contribución a reforzar los lazos entre culturas con grandes diferencias, a través de sus libros, legado de sabiduría que sigue guiando a nuevas generaciones de ovetenses”.