Llegamos al gobierno con el objetivo de cambiar conciencias. De desterrar el sambenito de quienes nos señalaron como una provincia de segunda. Esta penitencia indebida puso fin a sus días porque hoy es un orgullo pertenecer a esta tierra y formar parte de una historia que se defiende con la cara bien alta. Somos una provincia capaz. Que faena al alba con el esfuerzo de los pescadores, cosecha el campo con el sacrificio de los agricultores y se empeña con el tesón de los ganaderos. Un mundo rural que es el éxito de un territorio cuya costa mima al turismo, cuyo azulejo admira el mundo y cuya orografía atrae pruebas deportivas internacionales. Los valores de una provincia tenaz, que tiene claro su propósito y camina firme hacia sus objetivos. Metas que la presidencia de la Diputación de Castellón hace suyas porque comunes son nuestros desafíos.
La financiación local es un reto al que nunca renunciaremos. Un sistema que hoy nos priva de aquello que merecemos. Y cuando el derecho se invoca, no hay muros capaces de detenernos. Esta tierra da mucho más de lo que recibe. Y mientras así sea, la Diputación de Castellón exigirá un nuevo modelo de financiación local que haga justicia en nuestro territorio. Es urgente reconocer la realidad de nuestra provincia, la capacidad económica de nuestros 135 municipios y el principio de ruralidad. Porque con el actual sistema resulta imposible garantizar la igualdad de servicios al conjunto de nuestros ciudadanos que la Constitución reconoce.
Esta demanda no es trivial, es fundamental. Y negarnos este derecho es injusto e inadmisible. El acuerdo alcanzado en pleno por la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) para abordar la reforma de la financiación local es un objetivo cuyo debate debe elevarse a la Comisión Nacional de Administración Local (CNAL) para dar respuestas e implementar acciones.
Es necesario reabrir un debate serio con el compromiso de tomar decisiones firmes. No podemos perpetuar un modelo en el que los servicios se definen en función del censo. Porque si ese sistema asimétrico persiste, el mundo rural siempre perderá. Para conseguir un cambio, hemos de cambiar con el esfuerzo de todos. Con el compromiso responsable de una política común que esté por encima de los políticos y sus siglas. Que reconozca que no importa vivir en una gran ciudad o en una masía, sino que lo que importa es la libertad de elegir donde fijar tu hogar porque los servicios están garantizados. La apuesta por la equidad que siembra riqueza para generar oportunidades.
Cambio de modelos
El modelo de financiación local ha cumplido 22 años sin cambios. Pero la sociedad ha cambiado. Y nuestro deber como gobernantes es precisamente cambiar los modelos para garantizar por ley las competencias que den libertad y autonomía a nuestros ayuntamientos. Que el sistema permita a pequeñas localidades asumir gastos que actualmente se consideran impropios y gestionar proyectos que actualmente la ley no ampara. En aras a esta eficacia y desde la más absoluta lealtad institucional, lo que pedimos es que cualquier competencia nueva que aterrice en nuestras entidades locales venga acompañada de la suficiencia económica para hacerla viable.
Que los fondos europeos, esa lluvia de inversiones que con tanto anhelo reivindica nuestro interior, cuente con la debida estructura administrativa que dé cobertura a quien los promueve. Que la participación en los ingresos del Estado tenga una discriminación positiva hacia los más pequeños porque son ellos los que menos capacidad de recaudar ingresos tienen.
Equidad territorial
La búsqueda de la equidad territorial también debe atenderse con la recuperación del fondo especial para la financiación de municipios con una población no superior a 20.000 habitantes. Este programa fue de una gran utilidad hasta el año 2011 y luego quedó suspendido. Es necesario que se vuelva a evaluar la oportunidad de restituirlo.
En definitiva, ser conscientes de la realidad que nos ocupa. Porque precisamente somos los alcaldes del mundo rural los que mejor sabemos cuántas barreras hemos de superar para alcanzar el objetivo. Quienes atendemos a nuestros vecinos que acuden a la casa del pueblo para resolver sus problemas, transmitirnos sus desvelos y confiarnos sus proyectos. Si frente a sus demandas nos encontramos con la cerrazón burocrática, flaco favor les hacemos.
Decidido a conseguirlo, empeñados en debilitar la amenaza de la despoblación y hacer de nuestro mundo rural una fortaleza, esta Diputación tiene claro su propósito. Porque Castellón es un orgullo que no pide limosna, pide justicia.
Presidenta de la Diputación