Llegar a ser el peor Valencia de la historia consumido más de un tercio del campeonato no se gestó de la noche a la mañana, sino que es el producto de años de mala gestión por parte de Peter Lim y sus directivos en el club, que temporada tras temporada han perpetrado una desinversión a la carrera, retirándole la ayuda al equipo de fútbol en favor de una «sostenibilidad» buscada en base al empequeñecimiento deportivo y la reducción de costes en lugar de la lucha por incrementar los ingresos por competición. Los datos hablan por sí solos y el conjunto de Mestalla, según las cuentas anuales, cerró la temporada 2023/24 tiene el menor coste de plantilla de los últimos más de 20 años, dejando la apuesta por la competitividad en mínimos históricos.
Y es que el valor de los derechos de adquisición de la plantilla era de 60’4 millones de euros -y este verano, con la venta de Mamardashvili y la compra de Luis Rioja, apenas cambia en un millón de euros el coste de la actual-. Este parámetro refleja el gasto bruto del Valencia en traspasos para confeccionar el plantel con el que tiene que competir en LaLiga. En las últimas campañas se ha cortado la inversión en el equipo de fútbol, promocionando muchos canteranos, pero sin acompañarlos de apuestas de mercado que puedan ayudar a su desarrollo y generando una situación muy delicada a nivel deportivo.
La evolución de esta cifra, de hecho, es el mejor indicador de como el refuerzo del equipo ha pasado a un segundo plano. En la temporada 2019/20 era cinco veces mayor: 298’55 y desde entonces el equipo se ha ido descapitalizando, vendiendo -o regalando- a sus mejores jugadores y no reinvirtiendo apenas dinero en mejorar las prestaciones del equipo o atenuar las marchas de hombres importantes. De la 19/20 a la 20/21 descendió el valor en derechos de adquisición en casi cien ‘kilos’, hasta los 197’55 con las salidas de los Francis Coquelin, Rodrigo Moreno, Geoffrey Kondogbia… Y la llegada de nadie. No frenó esta caída, ya que la campaña siguiente bajó hasta los 182’46 con las marchas de Kevin Gameiro o Daniel Wass y Marcos André como única inversión importante: 8’5 millones de euros.
En la 22/23, por otra parte, experimentó otro abrupto descenso hasta los 83’5: casi 100 ‘kilos’ más con las ventas de Gonçalo Guedes, Jasper Cillessen o Maxi Gómez y con Hugo Duro y André Almeida como únicas inversiones relevantes en materia de traspasos. El equipo se situó al borde del descenso y acabó salvándose en la última jornada, pero esto no cambió en absoluto la hoja de ruta de Meriton, que para la 23/24 continuó por la misma senda deshaciéndose de -fallidas- inversiones pasadas como Marcos André o regalando a Paulista para no renovarle y las apuestas económicas de mayor calado fueron Pepelu y Cenk Özkacar. En total: descenso hasta 60’4 millones en el valor de derechos de adquisición. En el último verano se consumó la venta de Giorgi Mamardashvili, que llegó por bajo coste al ser una apuesta de futuro y, a expensas del mercado de invierno, Luis Rioja ha sido el único fichaje en llegar en propiedad, también por una cifra muy baja, por lo que apenas varía el valor de los derechos de adquisición de la plantilla.
Fuerte desinversión
Durante la década que Meriton Holdings ha estado al frente del Valencia, los números globales arrojan una inversión en compras de 551’14 millones de euros mientras que se ha vendido por 582’32, un balance de 31’18 millones más en ventas que en compras. Poniendo la lupa, no obstante, queda patente la apuesta por empequeñecer al club desde 2020. Hasta el verano del despido de Marcelino García Toral, el club había comprado por un coste de 502,98 millones de euros y vendido por 360’55. Más allá del interés que hubiera detrás de muchos de esos fichajes, la realidad es que el Valencia experimentó su mejor momento deportivo cuando apostó por reforzar al equipo.
Desde entones, las cifras son dramáticas. El Valencia solamente se ha gastado 48’1 millones en traspasos en cuatro años y en el quinto solamente lleva el de Luis Rioja. Por otra parte, ha vendido por 222 millones de euros, lo que representa una desinversión de 173’83 millones y, con ello, la consumación de una perdida definitiva de estatus por parte del club, que ya ha normalizado la permanencia como su lucha deportiva de cada temporada.