No es cuestión de dinero, sino de buen gusto

Vivimos una ciudad y una provincia que son realmente excepcionales. Y no lo afirmo por chovinismo. En efecto, la segunda quizá sea uno de los territorios más plurales de España. Mientras que otras demarcaciones apenas adoptan dos o tres paisajes sin mayor variedad, la provincia de Zamora se define por una absolutamente extraordinaria diversidad de tipos. Integra la Tierra de Campos y a la vez la montaña y la alta montaña de Sanabria, la penillanura y El Campo Charro en La Guareña, las Tierras del Pan y del Vino fundidas con el cereal y las vides, los paisajes dominados por los berrocales de Sayago y la fuerza paisajística de la Raya con Portugal, las bellas colinas moderadas de Aliste, las Tierras de Tábara y Alba dotadas de ese sabor identitario de transición, La Carballeda aún por descubrir, la hechizadora fuerza de la tierra rojiza de Los Valles antaño poblada por Roma. Todas estas comarcas se configuraron por el modo de poblamiento y fueron determinando la relación del hombre con el territorio. Y la consecuencia inmediata, además de las recibidas por la influencia de la historia, fue una extraordinaria diversidad en los usos y formas de habitar, en las definiciones de la arquitectura tradicional que van desde la piedra al tapial, en el aprovechamiento del campo y los recursos naturales, en la forma –más allá de casos puntuales- respetuosa de tratar al medio, no por moderno ecologismo, sino por la certeza de su total dependencia de éste. Diversidad, en resumen. Lo cual es pluralidad y riqueza.

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