Lo echarán. Mañana mismo o la próxima semana. Pero Manolo González no tiene la culpa del desastre que es este RCD Espanyol. El lucense, debutante en Primera División, está tocando todas las teclas posibles, cambiando de sistema y de piezas constantemente y dando oportunidades a prácticamente todos los futbolistas de una plantilla cuyo nivel es el que es. Incluso a canteranos como Justin Smith.
Salvi Sánchez y Naci Ünüvar, además del lesionado Edu Expósito, son los únicos jugadores de campo que no han sido titulares en competición doméstica. Pero este equipo, confeccionado por la misma persona que la pasada campaña trajo al citado Salvi, Keita Balde o Ramon Ramos, entre otros, no da para más.
Podrá revolucionarla Sergio González, el elegido por Fran Garagarza desde verano para sentarse en el banquillo del Espanyol, aunque aún así el milagro de la salvación se antoja una quimera. Y más teniendo en cuenta que la propiedad, ausente desde tiempos inmemoriales, no tiene pensado invertir en enero.
Así lo constató el hombre fuerte de Mr. Chen en Barcelona, Mao Ye Wu, durante la Junta General de Accionistas del pasado miércoles. “No hay límite. No hay margen salarial para realizar operaciones en el mercado invernal”, aseguró el CEO espanyolista, que semanas antes había dicho, en la previa del partido ante el Girona, en Montilivi, que “económicamente estamos en uno de los mejores momentos de nuestra historia”.
Todo un despropósito indigno de un club centenario que se llevará, más pronto que tarde, por delante a un hombre honesto y trabajador, artífice de un ascenso de categoría que el Espanyol se verá obligado a repetir la próxima temporada si no cambia la película a no mucho tardar.