La reinauguración de la catedral de Notre-Dame, cinco años después de su destrucción por un incendio, fue el sábado un acto de gran contenido político, social y cultural. El presidente francés, Emmanuel Macron, aprovechó el estreno europeo de Donald Trump, aún presidente electo, para propiciar su encuentro con el ucraniano, Volodimir Zelenski. Vimos imágenes de la conversación entre Trump y el príncipe Guillermo de Inglaterra y el saludo cariñoso del líder estadounidense y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. ¿Y España? ¿Dónde estaban los representantes españoles? Nadie acudió al evento que reunió a más de una treintena de jefes de Estado y de gobierno en París. Y la llamativa ausencia ha derivado en un encontronazo entre los ministros de Exteriores, José Manuel Albares, del PSOE, y Cultura, Ernest Urtasun, de Sumar.
Estaban invitados al acto el jefe del Estado y el ministro de Cultura, Ernest Urtasun Domènech. El titular de Cultura declinó la asistencia por cuestiones de su «agenda familiar» y dio cuenta de ello a la embajada española en París.
El Ministerio de Asuntos Exteriores asegura que la invitación era «intransferible, es decir, si no iban ellos no podía ir nadie en su lugar». Y añade: «Exteriores no ha recibido ninguna consulta sobre estas invitaciones ni sobre su denegación». La embajada, contactada por El Independiente, declina responder si informó o no a Exteriores sobre la ausencia de Urtasun al acto.
En todo caso, el ministro de Cultura no habló directamente con el titular de Exteriores. No hubo ningún tipo de consulta, sino que se hizo saber a la embajada que el ministro no iba a asistir. El dirigente de Sumar acudió a una función de Circlassica en Madrid.
De este modo, Cultura dio por hecho que la embajada informaría a Exteriores si procedía. Pero en el Ministerio que dirige Albares aseguran que no tenían constancia de que el titular de Cultura estuviera invitado a la reinauguración de Notre-Dame y decidiera no ir a París, es decir, que la embajada no les habría avisado. Y desde el entorno de Urtasun se desentienden del fallo de coordinación entre la embajada y el Ministerio de Exteriores. Aseguran, además, que no le corresponde a Cultura fijar la agenda exterior.
Pero si Exteriores no sabía que el ministro de Cultura se iba a ausentar y tampoco estaba al tanto de la invitación a los Reyes, algo falla. Sobre todo, cuando se trata de un acto en el que se congregaron numerosos jefes de Estado y algunos tuvieron la ocasión de saludar a Donald Trump, presidente electo de EEUU.
La Ley de Acción Exterior
El ex ministro español de Exteriores José Manuel García Margallo apunta que, según la Ley de Acción Exterior, de 2014, hay una obligación de informar de las visitas. «El ministro de Cultura estaba obligado a comunicar esa invitación», señala Margallo.
«Los órganos constitucionales, las Comunidades Autónomas, las Ciudades Autónomas, las entidades que integran la Administración Local y los organismos, entidades e instituciones de ellas dependientes mantendrán informado al Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación de las propuestas sobre viajes, visitas, intercambios y actuaciones con proyección exterior, para que este departamento pueda informar y, en su caso, emitir recomendaciones motivadas sobre la adecuación de la propuesta de actuación a las directrices, fines y objetivos de la Política Exterior fijados por el Gobierno y los instrumentos de planificación establecidos por esta ley», dice la norma.
Además, «no es posible que la invitación fuera intransferible, ya que el Ministerio de Exteriores con una llamada a Exteriores francés o a los organizadores del acto la cuestión habría estado resuelta», agrega Margallo.
La agenda de los Reyes
Los Reyes de España tenían la agenda libre viernes, sábado y domingo. Desde Casa Real se limitan a decir que no estaba contemplada la asistencia. En el caso de viajes oficiales, como el que realizan los Reyes a Italia a partir del martes 10, el gobierno tiene la última palabra, pero en este caso se trata de una visita de otro cariz. Sin embargo, dada la excepcionalidad de la celebración, llama la atención que se haya optado por que no vaya nadie ni del gobierno ni de la Casa Real.
Por parte del Reino Unido, no estuvo el jefe del Estado, ni el primer ministro, sino el heredero, el príncipe Guillermo. ¿Fue el elegido por el Elíseo en lugar de su padre? Parece difícil que sea así. No parece lógico que sea el Elíseo el que determine la agenda de los jefes de Estado europeos. De hecho, de Marruecos estuvo el hermano del rey, el príncipe Moulay Rachid, que no es tampoco el heredero. Hubo otros representantes de monarquías europeas: desde los Grandes Duques de Luxemburgo, los Reyes de los Belgas, la reina Sonia de Noruega y el príncipe Alberto de Mónaco. Hubo países con doble representación, como Italia, ya que asistieron el presidente Sergio Mattarella y la primera ministra Giorgia Meloni. En el caso de Suecia estuvo el primer ministro Ulf Kristersson con la titular de Cultura, Parisa Lijstrand, pero no el rey.
«Los Reyes no van si el gobierno no quiere que vayan. El acto en Notre-Dame tuvo una significación europea y habría dado la posibilidad de conectar con jefes de gobierno y con el presidente Trump. Es un desperdicio porque había ocasión de hacer networking. Al lado del rey el ministro de Exteriores, que es quien debería haber ido al menos, o el jefe del gobierno, podría haber saludado a Trump», indica el ex jefe de la diplomacia española. «No saben utilizar el potencial del rey en el exterior. Es una perdida para el país. El principal activo de la marca España es el rey».