La polémica persigue al aceite de palma, no solo por los problemas que su consumo puede causar en la salud, sino por la profunda cicatriz que causa en el medio ambiente. De acuerdo con la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, contiene casi un 50% de ácidos grasos saturados, sobre todo ácido palmítico. «No aporta sabor, es muy estable y no se enrancia ni se oxida fácilmente», subraya. Además, mantiene bien sus propiedades cuando se elevan las temperaturas, por lo que se utiliza en alimentos que se van a freír o que se deben conservar en entornos cálidos. Ahí está, precisamente, la clave de su éxito, y la verdadera razón de que sea tan utilizado en la industria alimentaria, sobre todo para elaborar ultraprocesados. Pese a todos sus contras.

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