–Es un libro que he tardado en escribir toda una vida. Muestra mi pensamiento sobre los totalitarismos, la cultura y el desarraigo. Son cuestiones que están presentes en todas mis novelas e invito a los lectores a hacer lo mismo.
«El niño que perdió la guerra» es la nueva novela de Julia Navarro (Madrid, 1953). La presentará el jueves, día 12, a las 18.30 horas en la Biblioteca de Asturias «Ramón Pérez de Ayala».
Los totalitarismos. «Mis obsesiones y mis preocupaciones terminan aflorando siempre en lo que escribo. Aquí los lectores encontrarán mi juicio sobre los totalitarismos. Se pinten de rojo o se pinten de azul el resultado es el mismo: cercenar la libertad de los ciudadanos, imponer la censura… Los dictadores, sean de izquierdas o de derechas, terminan haciendo las mismas cosas. Cuando yo planteo lo que fue la España de Franco o la Revolución bolchevique lo hago a partir de hechos objetivos, muestro las consecuencias. En España hubo persecución de toda disidencia, gente que sufrió cárcel, vejaciones, torturas, fusilamientos… En Rusia, igual: no había lugar para ninguna manifestación ni opiniones contrarias. La cultura, lo mismo: censuras terribles en ambos casos. Leer a autores como Tolstoi o Dostoievski era delito, los consideraban autores burgueses. Los dictadores se parecen, unos defienden unas cosas y otros defienden otras, pero su modus operandi es igual. La cultura es una de las cosas que se persigue primero. Una cultura libre pone nerviosos a los dictadores».
El ejemplo de Anna. «No habría podido escribir el libro si no hubiera descubierto la poesía de Anna Ajmátova. Me produjo una sacudida muy grande. Quise saber quién estaba detrás. Y era una mujer que había apoyado la Revolución y terminó devorada por ella. Una de las poetas más importantes del siglo XX. Como tantos escritores fue perseguida con saña. Hay un pasaje en el que Anna está haciendo cola ante la prisión de Leningrado donde está encerrado su hijo, una mujer la reconoce y le dice una frase que me quedó grabada: ¿Usted puede contar esto? Y ella responde: sí, puedo. Es un compromiso con la libertad de alguien que apoyó algo pero cuando ese algo se ha convertido en un infierno le planta cara. A veces es más difícil decir no a la gente con la que has hecho un trecho del camino, en la que has creído y con la que has compartido ideas que a la gente de enfrente. A los demócratas decir no a Vox nos resulta facilísimo. No lo es decir no a otras opciones políticas que han podido ser las tuyas y en las que has depositado todas tus esperanzas. Cuando hay algo que se está torciendo y las cosas no se hacen bien hay dos posibilidades: o callar porque son los tuyos o decir, como Anna, no».
Reflexionar. «Quiero que en mis novelas haya elementos para la reflexión. Las novelas que ofrecen un entretenimiento y te permiten evadirte de la realidad durante unas horas son muy legítimas, pero yo intento aportar otros elementos que ayuden a reflexionar sobre asuntos que me importan. Lo único a lo que aspiro es que mis novelas no dejen indiferente a los lectores».
Nuevos tiempos. «Vivimos una realidad distinta a la que conocimos, los paradigmas han cambiado con las nuevas tecnologías. Sería un ejercicio inútil intentar combatirlo. Sí creo que debemos ser ciudadanos con herramientas para ser críticos. Por eso me parece una tragedia que las humanidades hayan pasado a ser asignaturas casi clandestinas o de menor rango en los curriculum escolares. Sin el estudio de la filosofía, de la historia, del arte o de la literatura se resta a las generaciones futuras herramientas que les permitirán ir conformando un pensamiento propio».
Como la primera vez. «Cada vez que escribo un libro pienso que es el primero y que me la juego. La prueba del algodón son los lectores y me reconforta escuchar que muchos de los que se acercan a mí me dicen: oiga, no solo me ha gustado sino que me ha hecho pensar o me ha interesado cómo plantea algún asunto. Con mi primera novela ‘La Hermandad de la Sábana Santa’ me sorprendió su rápido éxito de ventas y de que una treintena de países compraran los derechos… Y que tuviera un apoyo tan grande de libreros, entre ellos Conchita Quirós en Oviedo. Les estoy inmensamente agradecida, sin su apoyo y sin su ayuda no habría llegado hasta aquí. Las librerías resisten, unas cierran pero otras abren».
Realista, siempre. «El libro al final alberga esperanza, pero muy al final, soy bastante realista, el periodismo me ha dado las herramientas para escribir y los periodistas debemos serlo para contar lo que sucede y no adornarlo ni para bien ni para mal. Es un libro muy duro, me dicen los lectores, que produce sacudidas, y me alegro de que sea así».Cuidar la democracia. «Reflexionar sobre los totalitarismos es una forma de recordar que la democracia no es algo para siempre, hay que cuidarla entre todos. Los regímenes totalitarios del siglo XXI no son iguales que los del siglo XX porque todo ha cambiado. Las formas, los lenguajes, las vestimentas. Pero el germen está ahí, la tentación totalitaria está ahí. El desarraigo, lo que supone para tantas personas abandonar sus casas huyendo de una guerra y de la miseria es algo que vemos en la sociedad de hoy, con tanta gente que llega huyendo de los conflictos bélicos. Sucedió y sucede».
Vergonzoso. «Cuando escuchas a diputados de Vox defendiendo la dictadura… Es vergonzoso que alguien pueda subirse a una tribuna del Congreso a decir que al franquismo no lo fue. Quien lo dice se lo debería hacer mirar. Y los que le siguen lo mismo. Es una gran mentira».
Neopopulismo. «Ahora al fascismo se le llama neopopulismo, parece que le quita algo de carga negativa, pero al final es lo mismo, hablamos de regímenes totalitarios cuyos gobernantes o aspirantes son los mismos. La sociedad no es como la de antes, pueden cambiar las formas, el ropaje, pero el fondo es igual. Lo que me preocupa es que en esos regímenes autocráticos incluso se celebran elecciones, esconden la huella del totalitarismo».
La Dana. «Lo que más me escandaliza es que en esa zona ya sabemos que todos los años por esas fechas hay una gota fría. No comprendo que las infraestructuras y los organismos de respuesta no estén perfectamente afinados. El modelo de desarrollo de los años 60 fue fallido y habría que revertirlo. Entiendo que costaría mucho dinero pero no puede ser que se haya construido en lugares que son una bomba de relojería. Esas personas que viven ahí pueden vivir 50 años sin una dana, pero en el 51 sí. Y se gestionó mal. Ningún gobierno dio la respuesta que estaban esperando las víctimas de la catástrofe. ¿Era difícil? Mucho. Pero hay una responsabilidad anterior de todos los partidos que han gobernado la comunidad valenciana. Hay que elogiar el papel del Ejército y el de muchos ciudadanos solidarios. Los Reyes fueron muy valientes, dieron la cara, no se escondieron. De diez, estuvieron».
Cambio climático. «Es una realidad. Y hay que abordarla, no negarla. Las evidencias científicas son abrumadoras, todos los gobiernos tienen la obligación de hacerle frente. Lo que no se puede hacer es demagogia y celebrar una cumbre del clima a la que todos llegan en sus aviones presidenciales o una ministra de transición ecológica se baja de su coche oficial para hacer los últimos cien metros en bicicleta. Eso no. Es un problema tan serio y nos jugamos tanto no para el presente sino para las generaciones futuras que se debe abordar sin tratar de sacar rédito político».
La Transición. «Empecé a hacer periodismo en la Transición y fui testigo de lo que fue. Con los políticos de hoy, la Transición no habría sido posible. Soy una defensora de aquella época, no porque piense que cualquier tiempo pasado fue mejor, sino porque los políticos supieron estar a la altura de lo que querían los ciudadanos. No la hicieron solo los políticos, los ciudadanos impulsaron unos cambios para que el país fuera homologable al resto de Europa. Los políticos nacionalistas de entonces no tienen nada que ver con los de ahora, entendieron lo que demandaban los ciudadanos y participaron de es puesta en marcha del cambio político como el resto de partidos estatales. Ahora son otra cosa».
Polarización. «Hay una parte de la clase política de uno y otro signo que está ahondando en la polarización del país para sacar rédito político. Es peor que un error. Es una irresponsabilidad que lleva al enfrentamiento a unos ciudadanos contra otros. En una democracia no se puede criminalizar a los oponentes. Hay que respetarlos, ser capaz de escuchar al otro y tratar de construir consensos».
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