El libre mercado permite que jóvenes cuyo gran mérito es saber mover un balón y trabajar en equipo ganen millones de euros todos los años. Futbolistas aún adolescentes se convierten en objetos de deseo por parte de los grandes clubs del planeta. Miles de ojeadores, scouts en la terminología futbolística, se dedican a rastrear medio mundo, desde África hasta Latinoamérica, para descubrir nuevos valores que puedan ofrecer a equipos ambiciosos que sueñan con crear al sustituto de los inigualables Leo Messi y Cristiano Ronaldo. Se multiplican los traspasos millonarios y la aparición de nuevos mundos -como Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Japón e incluso China-, en el planeta del balón, solo sirve para alimentar salarios estratosféricos.
Las emociones que genera este deporte y la capacidad de arrastre de millones de aficionados impide lo esencial: poder valorar fidedignamente qué vale un club. Sobre todo, qué vale un gran club. Hay pocas referencias al respecto. El Manchester United, que ganó la última Champions en 2008, tiene una valoración de 2.870 millones en bolsa, la mayor de los que cotizan; la Juventus de Turín, cuya última Champions data de 1996, vale en el mercado 1.180 millones, y el Borussia Dortmund, ganador en 1997 y finalista el año pasado, cotiza a 358 millones. ¿Qué valdría el Real Madrid si un día sus socios decidieran cambiar la estructura de propiedad y sacar a bolsa un porcentaje del capital? Su presidente, Florentino Pérez, cifró en 10.000 millones el valor en la última asamblea de compromisarios. Football Benchmark lo valora en 5.265 millones y el último ránking de Forbes en 6.400 millones.
Otros artículos de Martí Saballs Pons
No son valoraciones fáciles. Menos si se tienen en cuenta, caso especial del FC Barcelona, su entramado financiero y el remanente de la deuda de 1.500 millones colocada en inversores por Goldman Sachs y JP Morgan para salvarse de la quiebra técnica. Técnica porque cualquiera reconoce que si mañana el Barça pone en venta a cinco o seis jugadores de su plantilla generados por La Masia, salva cualquier preocupación económica. ¿Y el valor del nuevo Camp Nou y el Espai Barça una vez se acaben? Sin duda, el deseo inmobiliario de cualquier promotor.
En facturación, los clubs de fútbol siguen siendo ínfimos al lado de las grandes multinacionales. Es un negocio cuyos ingresos dependen de cinco factores fundamentales: derechos de televisión, patrocinadores, abonos y entradas, ventas de productos diversos y traspasos. Los cinco varían según funcionen los resultados deportivos. Los gastos, por el contrario, se concentran mayoritariamente en los salarios de los jugadores, que pueden representar en uno de los grandes clubs europeos hasta 300 millones anuales. El objetivo de ingresos para este año de los grandes: superar la barrera psicológica de los mil millones, regresando al periodo prepandemia.
La entrada en la propiedad de los clubs de jeques árabes y de multimillonarios estadounidenses y chinos hizo tambalear algunas de las estructuras. El Manchester City sigue enfrascado en los tribunales por la denuncia de haber roto las obligaciones financieras impuestas por la Liga de su país. Las asociaciones internacionales como la FIFA y la UEFA han establecido barreras económicas para impedir que los clubes susceptibles de ser inyectados con más fondos por sus propietarios puedan desequilibrar el mercado.
La salud del fútbol la crea la afición y la transparencia. Y habrá más afición cuanta más competencia y rivalidad exista. Aunque la mayoría de las ligas nacionales son monopolizadas por uno o, a lo máximo, tres clubs; la Champions ha visto 10 ganadores desde inicios de siglo. De los 24 títulos, siete los ha ganado el Real Madrid y cuatro el FC Barcelona, poniendo de relieve el dominio del fútbol español, dominador también a nivel de selección. De ser importador de grandes estrellas, hoy España es exportador de futbolistas de primer nivel, entrenadores, equipos técnicos y máximos directivos.
En el fútbol, la historia y la idiosincrasia es tan importante como la buena gestión a medio y largo plazo para ganar títulos. Una gestión que, como explica el protagonista de la portada de esta semana, Fernando Carro, debe ser económica y deportiva al mismo tiempo. En seis años, Carro, que llegó a estar en la cúpula del gigante editorial alemán Bertelsmann, ha logrado convertir al Bayer Leverkusen en el equipo de moda en Alemania, rompiendo el monopolio de victorias del sempiterno Bayern de Múnich. Llegar lo más lejos posible en la Champions y volver a ganar otro título en Alemania es ahora su sueño y objetivo.