La entrada en la propiedad de los clubs de jeques árabes y multimillonarios de EEUU y China hizo tambalear el negocio.

El libre mercado permite que jóvenes cuyo gran mérito es saber mover un balón y trabajar en equipo ganen millones de euros todos los años. Futbolistas aún adolescentes se convierten en objetos de deseo por parte de los grandes clubs del planeta. Miles de ojeadores, scouts en la terminología futbolística, se dedican a rastrear medio mundo, desde África hasta Latinoamérica, para descubrir nuevos valores que puedan ofrecer a equipos ambiciosos que sueñan con crear al sustituto de los inigualables Leo Messi y Cristiano Ronaldo. Se multiplican los traspasos millonarios y la aparición de nuevos mundos -como Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Japón e incluso China-, en el planeta del balón, solo sirve para alimentar salarios estratosféricos.

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