Dar voz a la mujer empresaria y profesional en Cartagena. Nuria Castillo deja la presidencia de AMEP después de nueve años con los deberes más que hechos. Se va con pena de esta asociación de empresarias y profesionales, porque la ha visto crecer y desarrollarse y, ahora, llega el momento de soltarla, de dejarla volar. Se echa a un lado, para que prosiga el camino hacia la madurez de un grupo que, gracias a su impulso, ha ido pisando cada vez más fuerte en Cartagena.
También se marcha tremendamente orgullosa. Le ha tocado ser la cabeza visible, pero sabe que el éxito es fruto de la suma de los esfuerzos de muchas compañeras incombustibles, rebosantes de energía, de talento y, lo que es más importante, de esa ilusión y entusiasmo que no las detiene ante nada y las anima a embarcarse en cualquier reto.
Nuria se puede ir satisfecha. Ha logrado que su ciudad sea referente del liderazgo femenino en España, con el encuentro de la federación nacional Fedepe, un broche de oro a su gestión y una ocasión inmejorable para ceder el testigo. Me consta que Nuria cuenta con la valía y la energía más que suficiente para continuar otra década al frente, pero el mejor liderazgo es el que se ofrece desde la responsabilidad y la certeza de que los mandatos no han de eternizarse, de que cualquier colectivo necesita renovarse y permitir la entrada de savia nueva, de nuevas ideas y proyectos para que pueda recobrar un nuevo impulso y no perder la influencia alcanzada ni deshacer el camino recorrido.
El mayor logro de Nuria ha sido reunir a un equipo que le ha aligerado el peso y la ha empujado, conscientes de que llegar hasta las cimas alcanzadas es cosa de todas, de las gregarias que tiran del pelotón en las etapas llanas, de las que esprintan para ir superando metas, de las sufridoras capaces de coronar los puertos de primera y, por supuesto, de la mejor jefa de filas que se ha enfundado el maillot amarillo de la clasificación general. Porque, en realidad, Nuria no se va, solo se aparta de la primera fila para pasar a un segundo plano y seguir trabajando, con menos presión y responsabilidad, pero contagiada y contagiando a ese equipo que seguirá conservando el mismo espíritu positivo de superación y de colaboración. Así han sido, son y seguirán siendo las chicas AMEP, esa mezcla de nervio, talento y ganas de hacer muchas cosas bien hechas, que saben que si ellas crecen, su entorno y su ciudad también crecen, para seguir incorporando nuevas compañeras y mantener a las mujeres empresarias en la atalaya a la que ellas las han llevado en Cartagena.
AMEP se ha alimentado y fortalecido gracias a una legión de valientes, de heroínas del día a día, de mujeres sencillas capaces abrirse paso hasta ocupar un puesto de honor. Son un ejército femenino pacífico cada vez más notable y necesario. En esta época en la que todo se confunde, no me cabe ninguna duda de que las chicas AMEP son el adalid del feminismo real, exento de lemas y consignas vacías, pero sí del que desborda ese empoderamiento real, forjado a base de ejemplo, de esfuerzo y de merecimiento propio, sin que nadie les haya regalado nada.
Seguro que la nueva presidenta, Carmen Jerez, asume el cargo tranquila, respaldada, apoyada y confiada en que tanto talento femenino seguirá haciéndolas imparables y presumiendo de que el presente y el futuro de Cartagena también se escribe con nombres de mujer.
Quiero acabar hablando de otras dos chicas, la primera de ellas es una de esas chicas AMEP. Se trata de Marina Muñoz, una incansable luchadora que, desde su puesto en innovación óptica y apoyada con una pasión incondicional por el resto de sus compañeros del establecimiento, contribuye a engrandecer la cultura, el arte y el poderío de nuestra ciudad. Entre múltiples gafas y aparatos para cuidar de la salud visual, han creado un espacio para exposiciones de todo tipo y presentaciones de libros. Allí se ha presentado la segunda chica que me gustaría destacar. Hablo de Lucy, una preadolescente irónica, mordaz, crítica y sensible, una niña con coletas que enamora a quien la descubre, que nace de la del inagotable ingenio de Pedro Sabiote y nos aporta su particular punto de vista, su singular forma de observar el mundo sin necesidad de ver. Apuesto a que Lucy, un personaje que sirve a la federación Farpe para sensibilizar sobre las enfermedades raras de la visión y conseguir fondos de investigación para la Fundación de Lucha contra la Ceguera (Fundaluce) crecerá, se abrirá paso y se querrá convertir en una auténtica chica AMEP, porque ellas tampoco necesitan ver para saber qué es lo importante.
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