En los carteles promocionales de la serie ‘Bellas Artes’, vemos al protagonista con mirada atónita ante un pedestal con un plátano encima, exhibido como si fuera el Discóbolo de Mirón o el Pensador de Rodin. Una imagen casi profética ante lo que sucedió meses después, aunque ignoro si la foto fue deliberada. El efecto de ‘Los Simpsons’ de profetizar hechos futuros parece trasladarse aquí. La comunidad artística se ha visto envuelta estas últimas semanas en una polémica digna de un guión de la serie. A lo largo de sus episodios la obra de Gastón y Andrés Duprat y Mariano Cohn se mofa del esnobismo y la pretenciosidad que envuelven este mundillo. Los seguidores de series como ‘El encargado’ o ‘Nada’ seguramente ya tendrán referencias del ácido sentido del humor de este tándem. El que no, que se las apunte también.
Seguimos con un pequeño resumen de lo que ha pasado con el plátano. La polémica estalló después de que el artista italiano Maurizio Cattelan, el más cotizado del mundo, vendiera su obra de arte conceptual Comedian por la friolera cifra de 6,2 millones de dólares. La obra consistía en un plátano pegado con cinta adhesiva de color gris en la pared. La fruta fue adquirida a un vendedor callejero de Nueva York por 25 céntimos. ¡Toma encarecimiento de la línea de producción! A lo mejor se me escapa el juego de los contrastes de colores entre el amarillo del plátano, el gris de la cinta y el blanco de la pared. El comprador que ha soltado esa indecente millonada es un magnate de las criptomonedas, Justin Sun, que además se lo comió a los pocos días, dejando constancia gráfica del momento. Sin que se le indigestara, ni nada. Suponemos que debía ser un plátano de verdad y no una réplica en cera o nada por el estilo. Dicen que el empresario amortizó su compra más que de sobra, ya que lo que en realidad buscaba era publicidad para su criptodivisa. Un proyecto que por cierto había sido apadrinado en su día por Donald Trump y que pese a su padrinazgo no había sido el pelotazo esperado. Si nos dicen que esta historia es el guión de un capítulo de la tercera temporada de ‘Bellas Artes‘, nos lo creemos.
La serie ha estrenado su segunda temporada en Movistar recientemente, manteniendo la esencia de ese humor gamberro y transgresor exhibido en la primera. El protagonista es Antonio Dumas (Oscar Martínez) que acaba de ser nombrado director del ficticio Museo Iberoamericano de Arte Moderno. Su personaje es muy similar a los de otras series de esta factoría. Un prestigioso historiador, culto y sofisticado, pero bastante cínico y engreído y sin pelos en la lengua. Está en un ambiente al que le sienta muy bien que diga lo que piensa.
El día a día del recinto cultural dista mucho del ambiente sobrio y refinado que se suele asociar a estos espacios. Al contrario, lo habitual es que el protagonista se enfrente a tensiones políticas, enchufismos y esos ambiguos espacios de incertidumbre entre lo que es una obra de arte y lo que es una tomadura de pelo. La falta de criterio provoca que algunos no se atrevan a decir lo que realmente piensan sobre determinadas obras, por miedo a revelar su ignorancia. Crisis tras crisis, destinadas a provocar la hilaridad del respetable. Los guionistas básicamente han aprendido a reírse de cómo un mundo tan transgresor como es el del arte ha pasado a ponerse al servicio de la corrección política.
Del mismo modo que hemos tenido lo del plátano, en la serie vimos un episodio donde una de las esculturas del museo era una pirámide de copas de champán en una de las salas. La obra valorada en más de un millón de euros es derribada por un despistado turista con un imprudente giro de su mochila. La dirección del museo consigue reemplazarla con otro montón de copas compradas en los chinos. Volviendo al caso del plátano, si tenemos en cuenta lo que pasó en este episodio, quizá la fruta de precio prohibitivo (que no prohibida) sería devorada por el hijo mal criado de algún grupo de visitantes en un momento de hambre. Esto no es spoiler, es una tontería que se me acaba de ocurrir. Dada la facilidad con que los protagonistas superaron las crisis de las copas, si Justin Sun podría reutilizar la cinta adhesiva para pegar otro plátano.
Antonio Dumas ha afrontado crisis de todo tipo a lo largo de los episodios, con la amenaza de la destitución siempre sobre su cabeza al haber empezado con mal pie. De entrada, era el candidato con menos probabilidades para ocupar el cargo y una de sus primeras decisiones fue la de cancelar una exposición permanente con la obra de uno de los enchufados de las élites gubernamentales. Dumas ahora tiene a grupos de activistas reclamando la cancelación de otro artista de una ideología próxima a regímenes predemocráticos, o a técnicas del Ministerio de Igualdad velando por una perspectiva de género en el catálogo de las obras expuestas. El último episodio nos ha dado momentos hilarantes con la polémica en redes sociales por una obra que utilizaba a babosas vivas en una urna de cristal por colectivos que reivindican que estos moluscos son seres sintientes.
El final de la segunda temporada ha dejado al protagonista en una situación delicada, propia de un ‘cliffhanger’ de esos que te dejan esperando más. Entre babosas, copas de champán, leones marinos en estado de descomposición y comisarios políticos, la serie nos ha dejado con ganas de más. Y con la esperanza de encontrarnos con un platano pegado con cinta adhesiva en sus paredes. Sabemos que los guionistas sabrán hacer magia con él llegado el momento..