O sombrerito, quizá. El episodio huele a café y croissant a la vez que D. y su perro -amigos caminantes- lo perciben con alegría de qué bueno y meneíto de orejas.
Al fin llegó. La apertura del bar de Bellver, arriba a la vera del castillo, el final de un camino y a la vera del aparcamiento.
El acontecimiento de principio del mes pasado más o menos transcurrió sin autoridades, clientes a la primera y primorosa atención desde detrás de la barra. Espacio para sillas y mesas, miradorcito hacia Na Burguesa, la Bonanova y Génova, olor a campo y campo y más campo que podrían o pueden proteger al Bar La Pluma de Mirlo, acción sin permiso que propongo desde este momento.
Años de espera. Sed suplente gracias a unas camionetas-coches que dieron de beber y más a cualquier sediento que llegó arriba.
Era necesario, pero muy, y lo digo de veras con permiso de los andarines amigos que desde el rey de los caminos entre Sa Taulera y el cruce la Bonanova-Génova, somos ya amigos entre nos, vos y sus perros.
D. con la pluma de mirlo. S. o P. con el perrito E. ,S y F con el suyo. Ellas que van corriendo y vuelven al paso. La dama de los bastones. El gimnasta. Los ciclistas. Un él vestido de negro, muy amable de pelo blanco. Hola. Hola. Y más de un etcétera.
Uno de los primeros días conocí a una gran dama de 93 años en compañía familiar; disfruto de un zumo de naranja de primera.
Asombra a veces la velocidad y efectividad con que se atienden los pedidos desde detrás de la barra. Enhorabuena. Se pide mucho café: sólo, descafeinado, templado, con leche fría, con sacarina, y así.
Ahora y a la espera de que se abra al lado del bar La Pluma de Mirlo como tienda que fue de recuerdos y ropa, felicito a quienes trabajan allí con buen hacer y mejores maneras, mientras el bosque huele a croissant… a lo lejos.
Gracias de verdad.