Mi compañero Jaime Fernández lleva dos días publicando temas sobre el servicio de emergencias de Valencia, el 112. Jaime, además de explicarles a ustedes, lectores, el hecho de que el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, le ha metido un tijeretazo digno de estudio a este servicio tan imprescindible, también ha explicado las consecuencias psicológicas para los trabajadores que denuncian la impotencia que sintieron el día de la DANA cuando el sistema colapsó. Eso, por no hablar de las condiciones laborales indecentes a las que están sometidos. Pero además, lo que realmente evidencia Jaime en sus artículos es algo más profundo y doloroso: lo poco que le importan los ciudadanos a este Gobierno. Este análisis llegará a un punto personal por el que, lectores, entenderán el titular.
Ningún dirigente en su sano juicio aplica recortes a un sistema que ha dejado claro que salva vidas todos los días. Pero hablamos del Partido Popular, ese partido político que no solo se ha cargado viviendas sociales, sino que es el mismo que siempre que gobierna trata de privatizar la sanidad pública, nuestra joya de la corona, aunque ello implique muertos.
Son los mismos que esta semana se han negado a recibir a los padres de los alumnos de la zona 0, cuyos hijos se ven obligados a acudir a los centros escolares respirando un aire, no solo viciado sino que puede ser perjudicial para su salud. Esta semana el PP de Carlos Mazón se ha hecho un Paco Camps. Me explico, lector: cuando vi a esos padres desesperados mi memoria volvió a la época en la que Camps se negó sistemáticamente a recibir a los familiares desesperados de las víctimas del accidente de metro. La imagen de los padres de la DANA es la misma que la de los familiares del metro. Son el mismo perro con diferente collar.
Mismo perro con diferente collar
Un perro que ladra una mentira tras otra sin siquiera inmutarse. ¿Pero cómo se van a inmutar por mentir si tratan a las víctimas como escoria? Si tuviera que hacer una lista de todos los agravios que ha soltado en este mes necesitaría el espacio que utilizó James Joyce para el Ulises. Y para las mentiras ni con la enciclopedia británica tendría espacio.
Pero hoy no me quiero centrar en eso. Hoy quiero hablar de 112. Aquí debajo les dejo un ejemplo del miedo, no miedo, terror, de lo que supuso ese colapso con una serie de mensajes que mandó mi madre. Sí, mi madre, cuando estaba viendo como sus vecinas se ahogaban. Unos mensajes que por los recortes, y el colapso que Mazón niega, no pudieron llegar:
Una vez leídos estos mensajes, pónganse en la piel de los trabajadores de este servicio de emergencias que, sin medios gracias a los recortes, trataban desesperadamente de conseguir ayuda para los ciudadanos que llamaban aún más desesperados. Esos mismos ciudadanos que veían cómo era imposible contactar. Imagínense estar en su piel. Imagínense ver morir en directo a sus vecinos, sus amigos y no poder siquiera informar de lo que estaba sucediendo.