No siento especial simpatía por los días conmemorativos. Entiendo que la motivación es buena, pero la ejecución me incomoda. Esa conmemoración es la excusa perfecta para tranquilizar conciencias y para quedar bien. Las instituciones públicas se tiñen de azul para celebrar el día de las personas con autismo. Nos colgamos un lazo rojo para recordar que el VIH todavía existe y que se ha llevado muchas vidas por delante, el lazo rosa es una forma de llamar la atención sobre el cáncer de mama o el lila nos une en la defensa de las libertades de las mujeres. Prefiero que se haga mejor pedagogía y se asignen más recursos para luchar contra el machismo los 365 días, que se practique masivamente la medicina preventiva y que haya cero personas en lista de espera para hacerse una mamografía o que las personas con algún tipo de necesidad de apoyo estén presentes, integradas y que sean visibles en más entornos, espacios y escenarios cotidianos. Todos tenemos condiciones que nos hacen diferentes, pero somos iguales en derechos.
No sé qué opinará una mujer que conozco, madre de un chico de 11 años con autismo, cuando ve que la fachada de su ayuntamiento se tiñe de azul. El mismo ayuntamiento que le ha denegado la posibilidad de que su hijo se apunte a clases grupales de natación en la piscina municipal. La madre, justificadamente desesperada, ha asegurado a los técnicos del consistorio que el niño irá con un profesional de apoyo, que no requerirá más atención que otro alumno y que lo único que quiere es lo que cualquier madre querría: que su hijo esté lo mejor posible. Y los políticos le dan con la puerta en las narices una y otra vez. La única solución que le ofrecen es contratar a un profesor particular. Una opción que, además de indigna para el niño, que debe aprender a nadar aislado de sus vecinos, y dolorosa para una madre, que sufre el rechazo hacia quien más quiere, es, también, económicamente inviable. La cuota mensual para las clases grupales es de 100 euros. La sesión particular cuesta 50 euros. Hasta yo, que soy nefasta para las matemáticas, puedo hacer las cuentas.
Esta semana se ha celebrado el Día de la Discapacidad. Los medios han publicado entrevistas, han invitado a personas para que expliquen su experiencia y, durante unas horas, nos han recordado que vivimos en una sociedad diversa, en donde hay gente que requiere de mucha ayuda y apoyos para poder vivir dignamente. Gracias. Un día antes de esa celebración, una de las personas más importantes del asociacionismo de las entidades para personas con discapacidad intelectual, Mita Amengual, nos dejaba. Ella fue una de las fundadoras de Esment, vicepresidenta en la actualidad, la primera mujer que, en la década de los 60, integró una junta dominada por hombres y que impulsó una manifestación masiva para exigir la abolición del Día del Subnormal. Siempre la recordaré explicándome la indignidad de celebrar ciertas efemérides y que la verdadera victoria estaba en el terreno de los derechos. Esta semana se ha ido una mujer muy grande y que deja un gran legado de dignidad, de respeto y de amor. Y lo hizo veinticuatro horas antes de la celebración del día de la discapacidad. Porque ella siempre fue un paso por delante.
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