La Constitución está de cumpleaños. Como cada 6-D los políticos se reúnen en el Congreso para conmemorar un texto que están obligados a defender (en esto unos tienen mayor credibilidad que otros) y gracias al cual tienen el privilegio de ser representantes de la soberanía nacional. Esto, que puede parecer una obviedad, es pertinente recordarlo en estos momentos en que la desinformación intenta zarandear los cimientos de una democracia que a cada rato nos dicen que ya no existe en España –me refiero a los que viven y cobran de esa democracia para intentar dinamitarla desde dentro- y secuestrar nuestro derecho a ofrecer y recibir información veraz y a que nos traten como una ciudadanía adulta y madura.
Pues señores y señoras: larga vida a una Carta Magna que tiene la capacidad, y seguramente también la obligación, de hacerse retoques o reformas de calado necesarias para evolucionar con la historia. Y que protege hasta a aquellos que pretenden destruirla, desvirtuarla o tratarla cual moribunda porque sueñan con zonas opacas desde las que hacer crecer sus ansias de poder a costa del progreso y de erosionar los mecanismos de control que nos hemos dado.
La Carta Magna, como en estas horas nos van a recordar los diputados y diputadas con sus intervenciones, conversaciones y chascarrillos, está de cumpleaños. Un cumpleaños en tiempos de los chats de WhatsApp, sin duda uno de los temas de estrella de los corrillos políticos del Congreso de los diputados: El empresario y conseguidor de la trama Koldo, Víctor de Aldama, asegura que está deseando que el Supremo ordene el volcado del contenido de su teléfono móvil para que se pueda comprobar que, como él sostiene, sus contactos con varios miembros del actual Gobierno eran continuos y continuados. Y que ahí hay chicha. Veremos. Los tiempos del WhatsApp como prueba o como farol. Se verá. Por el momento el Alto Tribunal, que debe ser garante de esos derechos que emanan de la legislación y de la ley fundamental, prefiere esperar a escuchar la declaración del propio Aldama y después, si procede, ponerse a leer chats ajenos. Los tiene acumulados, de hecho…
Cabe recordar que hace apenas una semana se paseó también por el Supremo, como testigo en el caso que afecta al Fiscal General del Estado por la supuesta filtración de datos confidenciales del novio de Ayuso, el que era el líder del PSOE en Madrid, Juan Lobato. Él, como adelantó ABC, mantuvo una conversación telefónica (sí, otro chat de whatsapp) con una compañera de partido que a la vez trabaja en La Moncloa sobre cómo y cuándo exhibir en la Asamblea mails que probaban que la pareja de la presidenta de Madrid había pedido un pacto a la fiscalía, una vez se había reconocido como defraudador del fisco.
A Lobato se le ocurrió que era una buena idea ir a un notario a registrar el chat en el que había participado con su colega socialista. ¿Por qué? Él alega que para defenderse de quien pudiera sospechar que él tenía algo que ver en la filtración de datos oficiales de Hacienda. El PSOE cree que para cubrirse las espaldas, aun dejando en entredicho a una compañera y a la propia Moncloa. El resto del mundo considera que ambas versiones son ciertas y compatibles y que, seguramente, se quedan cortas. Es probable que en el Supremo también se estime que la versión está corta. O es coja, porque después de escuchar a Lobato y comprobar qué es lo que había registrado ante notario, decidieron solicitar el volcado completo del teléfono móvil de Lobato. Ya saben, por aquello de leer más chats. Más WhatsApp. Más explicaciones.
Estas cuestiones, estos chats, estos WhatsApp darán de qué hablar en una jornada en que la Constitución celebra cumpleaños. La DANA y su gestión, o la falta de ella, serán sin duda objeto de debate en ese aniversario institucional. De los mensajes, llamadas con respuesta y sin respuesta y mensajes que se enviaron o cruzaron durante las peores horas del fenómeno se han hecho comentarios y críticas de todos los colores. Y el asunto amenaza también con llegar a los tribunales, donde los chats, ya saben, están de moda.
Nos vamos a inflar a leer mensajes. Cuidado que los carga el diablo y, con el tiempo, los puede leer un juez… por el momento, a celebrar. Estamos de aniversario.