En la cumbre del grupo Red Política de Valores en el Senado, lo de menos eran sus posiciones antiabortistas, esa era la percha para plantear una enmienda al mundo moderno, volver a los inicios del siglo XVIII, hacer como si Lamarck y Darwin no hubieran existido y desterrar la evolución de las especies. Volver a buscar el inicio del mundo en un mito alejado de la ciencia, apoyarse en lo ritual para conjugar lo que no les gusta del espíritu crítico y científico que nos dio la Ilustración. Desde Juan Pablo II, el Vaticano acepta que el evolucionismo es conciliable con el dogma católico, pero debe ser que los ahí reunidos y autollamados cristianos eligen la parte de la doctrina que mejor se les acomoda, y no al revés.

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