Cuando las fuerzas van tan justas que cualquier decisión necesita el acuerdo de las dos sensibilidades presentes en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), todo movimiento corre el riesgo de implicar un bloqueo. Eso es lo que ocurrirá con el adiós este jueves de Manuel Marchena a la presidencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, después de que comunicara oficialmente que no permanecerá ni un día en funciones. Será sustituido por el magistrado más antiguo de la propia Sala, Andrés Martínez Arrieta, el candidato de los vocales elegidos a propuesta del PP.
Marchena abandona la presidencia de la joya del alto tribunal -por ser la Sala encargada de investigar y juzgar a los aforados, entre los que se encuentran diputados y senadores, pero también algunos presidentes autonómicos, como la de Madrid-, el mismo día que termina su segundo mandato, pero seguirá siendo magistrado de ella hasta que cumpla 72 años, que es la edad en la que los jueces se jubilan de forma obligatoria.
El presidente del tribunal que juzgó el ‘procés‘, que es el procedimiento que más ha marcado su mandato, renunció a presidir el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) en 2018, tras el mensaje del entonces portavoz del PP en el Senado, Ignacio Cosidó, tranquilizando a los suyos porque con su designación se aseguraban el control de la Sala Segunda «por detrás». Extendió su negativa a todas las demás veces en que se le volvió a plantear y su horizonte, cuando abandone el alto tribunal, pasa por incorporarse al despacho de su hijo.
Precisamente su sustitución es lo que provocará el primer bloqueo serio al que se enfrentará el actual Consejo General del Poder Judicial, que acordó cubrir las presidencias de cuatro de las cinco Salas del alto tribunal cumpliendo la ley de paridad. No podía ser de otra que cumplir la ley, pero los dos bloques en que se dividen los vocales discrepan en cómo se produce ese cumplimiento.
Así los progresistas creen que la paridad debe ser visible en las propias presidencias, de tal forma que en la fotografía habitual que el Supremo se hace con el Rey en la apertura del año judicial haya otras mujeres además de la presidenta del propio tribunal, Isabel Perelló. En cambio, los conservadores, sostienen que la paridad debe cumplirse entre todos los magistrados del alto tribunal y no necesariamente en las presidencias de las Salas.
Es planteamiento provocó un primer choque en la Comisión de Igualdad, en el que dos de sus miembros, Carlos Hugo Preciado y Lucía Avilés, firmaron un dictamen a favor de que las cuatro presidencias pendientes de renovación se repartieran entre hombres y mujeres. Por su parte, la presidenta de la comisión, Gema Espinosa, reclamó un informe al Gabinete Técnico del CGPJ que respaldó el criterio conservador.
Se da la circunstancia de que los candidatos conservadores tanto para la Sala de lo Penal como para la de lo Contencioso-Administrativo, que es la que controla la acción del Gobierno, son los más antiguos de ambas, por lo que en caso de no alcanzar el mínimo necesario para designar a un presidente ambos lo serán en funciones. Se trata de Martínez Arrieta frente a Ana Ferrer y de Pablo Lucas frente a Pilar Teso.
La presidencia en funciones de la Sala Segunda por Martínez Arrieta comienza con la marcha de Marchena, pero Lucas ya lleva tiempo al frente de la de lo Contencioso. Ambos están próximos a la jubilación y desde el sector conservador su designación se plantea como una muestra más del mérito y capacidad que consideran que les hace merecedores de su designación oficial. En cambio, desde los vocales elegidos a propuesta del PSOE la presidencia no puede ser, o no tiene por qué ser, el colofón a una carrera y destacan que es hora de dar visibilidad a las mujeres, que ya suponen más del 60% de la carrera judicial.
Lo que nadie discute es que la posición conservadora cuenta con la ventaja clara de que sus candidatos presidirán ambas Salas tanto si son elegidos como si el bloqueo impide su designación oficial. De ahí que tengan poca intención de ceder. Al sector progresista tampoco parece asustarle la falta de acuerdo si no se elige a mujeres al frente de las Salas.