Estuvieron seis años dando palos a bancos en León, Oviedo, Gijón, Salamanca y Ponferrada y viviendo de las rentas de sus botines. Se llevaron casi 750.000 euros. Usaban gorras, dedos de silicona, guantes y violencia, mucha violencia con los empleados. Ese tipo de atracos a bancos, siempre a primera hora, sin prisa, con armas y rehenes… son una especialidad delictiva «cada vez más escasa», según los informes policiales recogidos en la operación Bable, a los que ha tenido acceso el canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica.
En principio, la Policía Nacional contaba solo con algunas imágenes de las cámaras de seguridad y la certeza de que al menos uno de los atracadores era veterano. «Su modus operandi era propio de los atracadores antiguos. Mantenía siempre la calma, esperaba tranquilamente a que se abrieran las cajas fuertes«, recuerda un investigador.
Delgado y con «chepa»
Los especialistas del grupo de robos de la UDEV Central estudiaron las imágenes de los robos y la huida de los delincuentes en todas las imágenes. Uno de ellos, el lider y más veterano, que solía llevar un gorro, era delgado, y según los informes policiales, tenía una ligera «cifosis (chepa), brazos largos. Lo que más llama la atención es cómo el pie entra en contacto con el suelo mediante el talón… «. Esa forma característica de andar fue la primera pista.
Entre los atracadores de bancos veteranos que vivían cerca de la zona de los golpes cometidos estaba un hombre, Eugenio Rodríguez Presa, que en el año 2002 había asaltado un banco en Benidorm junto a dos compinches. Fue un asalto calculado y muy violento. Secuestraron durante horas al interventor del banco y tuvieron decenas de rehenes. Rodríguez Presa fue detenido y condenado a 24 años de prisión. Ya entonces se le atribuyeron otros cinco atracos a bancos en Asturias con secuestro de directores de sucursal y toma de rehenes incluidos.
En libertad
Cuando a finales de 2016 empezaron los atracos a bancos y locales, Rodríguez Presa ya estaba en la calle y vivía en San Andrés de Rabanedo (León), la misma localidad donde se dio el primer golpe. Y un dato más, los policías que acudieron a su pueblo a vigilarlo tantos años después comprobaron que Rodríguez Presa seguía estando delgado, tenía una ligera chepa y taloneaba de forma muy similar al del atracador de los nueve bancos. También compararon el mentón del atracador con el del sospechoso. Los dos eran cuadrados.
Gracias a programas informáticos, estudiaron una imagen del atraco cometido el 28 de junio de 2019 en una sucursal del Banco Santander en Gijón. El programa determinó que el atracador veterano medía 1,69 centímetros con 98 milímetros, casi 1,70. En la antigua ficha policial de Rodríguez Presa figuraba que medía 1,69.
Los investigadores analizaron también las imágenes disponibles del segundo autor de los atracos, el «consorte» en argot policial. Especialmente, se fijaron en sus orejas. El informe policial recoge las similitudes de este segundo atracador más joven, también oculto siempre bajo una gorra, con Francisco, uno de los hijos de Rodríguez Presa.
Por entonces, Francisco ya tenía antecedentes por tráfico de drogas y abandono de menor de edad, pero ninguno por robar bancos. Era posible, claro, que su padre le hubiera enseñado el oficio después de salir de la cárcel.
Patillas idénticas, orejas iguales
Como el segundo autor de los robos, Francisco Rodríguez es corpulento y con «la punta y el dorso de la nariz» muy similares, según los analistas policiales. También tiene «fosas nasales grandes». En cuanto a la oreja, los investigadores determinaron que «el autor dos se corresponde con Francisco Martínez. En la oreja hay varias partes visibles que coinciden: hélix, fosa navicular, crus hélix, antehélix, trago, cauda helicis, trago, lóbulo». Añaden que la patilla del atracador y la del hijo de Rodríguez Presa también son idénticas.
Con todas esas pistas, los policías pidieron permiso a la jueza para tomar una muestra indubitada de ADN al padre, Eugenio Rodríguez, que pudiera confirmar su trabajo y sus sospechas. El atracador veterano se había dejado un gorro durante el noveno de los asaltos, cometido el 5 de marzo de 2021 en un BBVA de Ponferrada, y ahí había una huella genética con la que comparar.
La jueza lo autorizó y el 29 de marzo de 2022 dos policías de paisano estuvieron cerca de la mesa de la terraza de un restaurante de León donde el sospechoso y su esposa comieron y bebieron. Cuando se fueron, los agentes recogieron el vaso, el tenedor y el plato utilizados por Rodríguez Presa.
El laboratorio demostró que el ADN era el mismo y la jueza autorizó la detención de Rodríguez Presa, su hijo Francisco, y su otro hijo, Héctor, que esperaba fuera de los bancos que iban a ser atracados. En su casa encontraron algo más de 11.000 euros, el resto del botín obtenido con cinco años de atracos se había esfumado en obras y muebles como sillones de masaje, encimeras… (por valor de unos 50.000 euros) para la casa familiar. También, una gorra con una cámara oculta incorporada que utilizaban en los atracos. Y varios dedales de silicona que se ponían para no dejar huellas dactilares.
La mala vida
En una de las conversaciones telefónicas de uno de los atracadores, ante las quejas de su mujer, un amigo le pregunta «dónde cojones» están todos los «billetes» que llevó a casa los años de los robos de bancos. El hombre responde con sinceridad: «Pues se gastaban… La mala vida, escucha, la mala vida. Yo te digo una cosa, me he vuelto muy perro con el dinero… Tengo Netflix, HBO… pero yo no lo pago«.
La semana pasada, el patriarca de los Rodríguez Presa aceptó una condena de 21 años y medio de prisión por esa cadena de atracos. Su hijo Francisco tuvo un grave accidente con un patinete del que le han quedado secuelas muy serias y ha sido condenado a dos años y nueve meses de cárcel. El otro consorte, su otro hijo Héctor, murió antes de que se celebrara el juicio.