Hay una polémica muy seria en Palma sobre la intención del Ayuntamiento de multar a las personas que usan las caravanas como residencia habitual, cosa que está prohibida en la ciudad. El alcalde Jaime Martínez del PP es arquitecto, así que ha dicho algo tan simple como que para vivir están las casas. No hace falta haber estudiado urbanismo y construcción para llegar a la conclusión de que lo mejor para el ser humano es tener un techo sólido sobre la cabeza, un suelo bajo los pies, cuatro paredes, agua corriente; por algo la vivienda se considera un derecho aparte, digno de recogerse en la Constitución. Sin embargo, hay muchas personas (cada vez más) que no pueden pagarse un hogar convencional y se buscan uno con ruedas. Para estos ciudadanos de segunda rige el Código de Circulación como una Carta Magna que consagra el principio de ‘sálvese quien pueda’. No creo que ni uno solo de ellos se quedase en la roulotte en lugar de en un buen piso si le dieran a elegir, pero no tienen elección y no está bien atropellar por segunda vez a quienes primero has enviado a la cuneta. No son los caravanistas quienes han recalentado el mercado inmobiliario de tal manera que trabajadores con sueldos básicos no pueden pagar un alquiler. Ojalá los extranjeros ricos que compran casas en Mallorca por dinerales obscenos para habitarlas veinte días al año se mercaran un remolque y se dedicaran a conocer mundo, dejando los domicilios anclados al suelo para los residentes expulsados del parque temático.

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