No es un problema mental ni físico. Tampoco es cuestión de puntería o confianza. Es una cuestión sistémica. El Real Madrid es un equipo sin oficio, que responde en los duelos de baja exigencia con inercia, pero cae con estrépito a la mínima que tiene un rival de consistencia. Como en Anfield o en el clásico, el equipo de Ancelotti se desmoronó ante un Athletic inmenso, al que igualó a través del rechace. Nada más. Porque Mbappé es un espectro que vaga en pena máxima y Bellingham no puede pasar la escoba por todos. Cayó justamente el conjunto blanco en La Catedral, con un tanto inaugural de Berenguer y otro de Guruzeta que pusieron los clavos del ataúd madridista, que deja de vivir en la ensoñación del partido aplazado con el Valencia que le daría un liderato que es legalmente del Barça. Porque si tan elevados fueron los elogios en el verano, tras la llegada de un supuesto astro rey, igual de pesadas han de ser las críticas.
El Athletic contra Bellingham
En el Real Madrid siguen preguntándose cuál es el papel de Tchouaméni. Un pivote al que le pasó por encima el reto de San Mamés. El problema en un equipo exigido como el de Ancelotti es que la falta de esfuerzo de unos carga al resto. Bellingham, especialmente, quien ya se ha resignado a hacerlo todo sin pedir nada cambio. La falta de solidaridad provoca que las individualidades se extremen. Courtois no se permite tener un mal día en la oficina y Nico Williams le recordó pronto que ha de ser un burócrata fino.
Brama siempre el templo del Athletic, pero más cuando el visitante es el Real Madrid. Aunque le entra la tartamudez con las revisiones del VAR, que desenrollan unas películas que parecen un scroll infinito hasta que se encuentra la sanción punible. En el juicio paralelo del VAR, Sánchez Martínez se impuso a la cadena de penaltis y no vio sancionable el pie abajo de Gorosabel con Rodrygo. Era la opción que le quedaba a un conjunto que, como contra el Barça, el Atalanta o el Liverpool se quedó sin siquiera disparar a puerta en la primera mitad.
¿Y Mbappé? Como Barnier, esperando una moción de censura para replicar que él tiene que ser el presidente. Pero son tantos los discursos en forma de regate que acaban en nada que cuesta creer que todo sea un simple síntoma de mala puntería. Más esfuerzo que los zagueros rojiblancos tuvieron que poner sobre el verde Rüdiger y Asencio, al que quieren nacherizar para ser el central pesimista que tanta falta le hace a Carletto. Le faltan kilómetros y situaciones, como la que vivió con un taconazo de Iñaki Williams que Berenguer envió al limbo.
Mbappé paga la pena máxima
No puede con todo un canterano. Al final, este Real Madrid es una baraja rota. Nadie reparte juego. La sensación era clara: el Athletic iba a marcar. Faltaba poner el minuto, algo que decidió Berenguer para desquitarse del error anterior. Jauregizar abrió a banda para Inaki Williams quien centró al área. Una mala cobertura de Asencio provocó un despeje en falso de Courtois que aprovechó el delantero del Athletic para una justa ventaja. Quisieron responder rápido los de Ancelotti, con el impulso que provocaba la vergüenza de partido que estaban firmando.
Calentó su mapa Rodrygo, quien se metió por la izquierda con una internada eficaz en la que cocinó un pase para la reivindicación de Mbappé. El galo no arranca. Ni cuesta arriba ni apoyado por todo el Real Madrid. No estaría de más que el francés hiciese un intercambio en Bilbao para aprender lo que es la presión en la salida de balón, algo que tan bien hace el Athletic. Hasta que vino Dios a verle para darle una segunda oportunidad, porque cuida a sus elegidos. Agirrezabala arrolló a Rüdiger. Séptimo penalti de la temporada.
Esta vez Kylian no podía escaquearse, como hizo contra el Getafe. Pero en esa aleatoria gestión de las penas máximas, Mbappé volvió a fallar. Con el interior, disparo de seguridad y mirando al balón. Nada podía salir bien. Un tierra trágame para enterrar al Real Madrid en La Catedral hasta que Agirrezabala volvió a aparecer en el camino como salvador. Bellingham aprovechó para empatar con un rechace tras un disparo de Mbappé desde lejos. Se acabó la calma, si es que alguna vez existió. De la remontada de Rodrygo a la definición perfecta de Guruzeta luego de un error del casi infalible Valverde. El mejor reflejo de un Real Madrid en barrena, al que solo los rivales pequeños le dan un aire que pierde en los duelos de altura, donde el vértigo es gigante.