Es uno de los distritos más recalentados por el boom que vive Madrid. Hace ya mucho tiempo que vivir en Chamberí no está al alcance de cualquiera, salvo que se sea gato con varias vidas como madrileño y vivienda familiar en propiedad, o se haya invertido hábilmente entre burbuja y burbuja inmobiliaria. Al compás de los nuevos vecinos y sus con frecuencia abultados bolsillos, esta céntrica zona de Madrid se está transformando a gran velocidad. Ultramarinos y mercerías dan paso a cafés de especialidad y panaderías pijas. Mientras, los bares de viejos que van cerrando se convierten en cuestión de días en sitios sobredecorados con nombres tan singulares como Botarate, Bokaxankla, Pinzano o La malparida.
La mayoría de estos nuevos establecimientos, locales en serie y con fecha de caducidad, están concebidos para colocar a la clientela un ticket mínimo de 30 euros sirviendo comida estandarizada salida de las cocinas fantasma de la quinta gama. Claro que la oferta gastronómica de Chamberí no se reduce a esto, y está lleno de restaurantes excelentes –nos ocuparemos de ellos en otra ocasión–, pero muchas veces quedan eclipsados por esos sitios a la moda tan mediocres como llamativos.
Lo cierto es que, entre unas cosas y otras, lo que se ha puesto difícil es comer a un precio razonable en una zona que, aunque a su nueva población le sorprenda, siempre fue un barrio popular. Y donde diariamente muchos trabajadores se las ven y se las desean para comer algo saludable y barato que no salga de un túper. A continuación ofrecemos unas cuantas pistas para salir a comer por diez euros (o menos). No siempre será menú, pero siempre será rico y nutritivo.
Egipto frontera con México
Un favorito, que casi podríamos decir que cumple una labor social entre su ya habitual clientela de entre semana al mediodía, es el Samara (Cardenal Cisneros, 15). Este veterano restaurante abrió sus puertas en 1988 y es conocido por sus especialidades egipcias y orientales –falafel, humus, las carnes asadas al carbón-, elaboradas por dos cocineros de El Cairo. Entre semana, ofrecen por solo 10 euros un sencillo pero nutritivo menú que en estos meses de invierno consta de una sopa o crema de verduras, un contundente plato principal y postre. El segundo suele ser un guiso de ternera o pollo, pero el jueves, día especial, ofrecen su magnífico cuscús –que también preparan a la carta los sábados–. En cuanto al postre, la natilla de leche condensada con agua de azahar y almendras tostadas es una delicia que merece la pena pedir siempre. Como alternativa, una pieza de baclava acompañada de un té con hierbabuena. Todo incluido.
A un paso, apenas con un portal de por medio, se encuentra el Chapultepec, una de las taquerías más veteranas y populares de Madrid –con permiso de las diversas sucursales de la taquería Mi ciudad–. Hasta hace relativamente poco, en el Chapul ofrecían un imbatible menú del día con cuatro tacos, entrante de frijoles refritos o guacamole y pastel de choclo/maíz de postre por nueve euros. Suponemos que era insostenible. Pero todavía hoy uno se puede montar un almuerzo de cuatro tacos y una bebida por menos de diez euros. Nuestros favoritos: pastor, carnitas, suadero y pollo con mole.
Pizza, empanadas
Sin salir de Cardenal Cisneros, un poco más arriba, en la esquina con la calle Olid, está uno de los seis locales madrileños de NAP, que se precia de elaborar auténtica pizza napolitana certificada por la Associazione Verace Pizza Napoletana. La carta es variada, tentadora y caprichosa, pero al mediodía tienen una oferta muy conveniente de pizza –margherita, marinara o cosacca–, bebida y café por nueve euros.
Si seguimos subiendo la misma calle (dejamos a mano derecha una estupenda casa de comidas, Anaur, que se sale por muy poco de nuestro rígido presupuesto –13 euros el menú– pero que bien merece una visita cualquier otro día que juguemos con otras reglas), casi llegando a Eloy Gonzalo, nos encontramos con La Rochela. Este restaurante es uno de los puntos de reunión de la comunidad colombiana en Madrid. Su nombre sonó recientemente en los medios porque la reina Letizia pasó por allí en una de sus discretas escapadas urbanas por Madrid.
En la carta de La Rochela no faltan las especialidades habituales del país, la picada rumbera, el sancocho, el mondongo, la bandeja paisa. De lunes a viernes tienen un menú del día a 14 euros, pero también ofrecen un plato único. Y sobre todo sus excelentes empanadas de fina masa de maíz rellena de carne mechada acompañadas de varias salsas. El precio, 2,50 euros la pieza, no varía desde que se mudaron aquí hace una década desde su local primigenio de Manuela Malasaña. Con tres empanadas, en la barra, leyendo el periódico –es de los pocos sitios que se van viendo en Madrid donde conservan esa civilizada costumbre de comprar diariamente un periódico de papel– y escuchando la excelente selección musical latinoamericana, de las cumbias y vallenatos a la salsa puertoriqueña, se come y se consigue suspender por un rato el rigor de la rutina laboral. Un oasis.
Si lo que se quiere es un menú convencional, español, comestible, rico y barato, el sitio es el Mercado de Chamberí. Hace unos años que César y su familia se hicieron con la gestión del bar del mercado, y ofrecen comida casera a un precio muy ajustado y cultivando con mimo a su parroquia. Era el último menú de diez euros del barrio, hasta hace muy poco le metieron un euro adicional, por cotizar el trabajo y sobrevivir. Se lo han ganado. Parece que pronto se mudarán a un local fuera del mercado por el éxito cosechado.
Si tenemos ánimo de barra, siempre nos quedará La Ardosa de Santa Engracia. ¿Unas bravas –sosas y sabrosas a la vez, servidas con el salero al lado y siempre entre las mejores de Madrid–, un tigre, un poco de oreja, uno (o dos) botellines, quintos, pequeños, de los que ya no se ven? Rico y barato, y la satisfacción de volver al trabajo guardando el secreto de haber sido un poco travieso. Y si se quiere ser bueno, un sándwich de pollo en el restaurante Cantalejos de Martínez Campos. Una comida completa entre pan y pan, y con patatas, por 6,50.