Huda Emad Hegazi habla de la guerra que vive cada día con aplomo, pero con voz dulce y acento andaluz. La reportera de 26 años se crió en Linares (Jaén) hasta los 18. Viajó a Gaza de vacaciones con su familia palestina como cada verano en 2016. Quedó atrapada en la Franja cuando cerró la frontera con Egipto. Decidió quedarse allí y estudiar. Vio que su perfil hispanohablante le daba oportunidades y se convirtió en periodista. Ahora informa del conflicto para la cadena W Radio y las televisiones Hispan TV y Telesur. Las fuerzas israelíes han matado a más de 130 periodistas como ella en Gaza, según Reporteros sin Fronteras. Se suman a los más de 44.000 fallecidos en los ataques israelíes, en su mayoría mujeres y niños.
Huda vive en una tienda de campaña en el recinto de un hospital gazatí. Ha esquivado la muerte en varias ocasiones. Y ha visto el horror de la guerra cara a cara. De todo ello habla con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA por teléfono desde el centro de Gaza.
¿Cómo está la situación donde te encuentras? Estoy en la ciudad de Deir al Balah, y está empeorando. Esta madrugada se han intensificado los bombardeos en la zona cercana de Al Nuseirat. Empieza a faltar comida.
¿Cómo está tu familia? Mi padre y mi hermano mayor están en España, en Linares, que es de donde somos. Mi padre es profesor en un colegio y mi hermano está estudiando arquitectura en Granada. Los que están aquí, en el norte de Gaza, son mi madre, de 50 años, mi hermana de 22 y mi hermano de 10. Nuestra casa quedó destruída al comienzo de la guerra. Yo me vine al sur a trabajar con mi equipo. Ellos se quedaron. Ahora están en la costa de Ciudad de Gaza. Ayer me llamó mi madre a las dos de la mañana diciendo que escuchaban los bombardeos.
¿Les llega comida? Muy poca. Lo peor fue en abril y mayo. A veces no comían o comían cada uno media rebanada de pan. No había harina ni arroz. Cuando estaban rodeados por el ejército, los vecinos intentaban repartir lo que tenían. Ahora la frontera sigue cerrada y no entra comida ni ayuda humanitaria. Mi familia, que lo puede pagar, recurre al mercado negro. Se encuentran productos, pero con precios súper altos. El kilo de tomates, por ejemplo, está a unos 70-80 euros. Un kilo de patatas puede llegar a 100 euros. La gente lleva un año sin trabajar y no puede pagarlos.
¿Y te llega alimento a ti en el centro de la Franja? Ayer pagué el equivalente a tres euros por un solo tomate en Deir al Balah. Hasta ahora la situación en el centro de la Franja estaba relativamente bien. Había algo de fruta, de verdura, en ocasiones podías encontrar algo de carne. Pero, desde hace mes o mes y medio, todo ha ido empeorando rápidamente.
En general, la guerra, ¿sube o baja de intensidad? Va por rachas. Hace dos semanas la situación estaba más tranquila que en Líbano. Entre ayer y hoy [por el miércoles y el jueves] los ataques aquí han vuelto a aumentar. Hay días en los que hay 70 u 80 víctimas, otros 15 o 20.
¿Ha peligrado tu vida durante estos 14 meses de guerra? Muchas veces. La vez que más miedo he tenido fue cuando atacaron el hospital de Mártires de Al Aqsa, donde estábamos viviendo mis compañeros y yo. Estábamos todos durmiendo. Nos despertamos con el sonido de restos de piedras o de metralla que caían sobre las tiendas de campaña. Salimos corriendo. Dejé todo menos el móvil atrás, me fui sin dinero ni pasaporte. Nuestra tienda ardió. Vi en la de enfrente un incendio enorme. Vi a gente que se estaba quemando delante de mí. Fue una imagen “viral”: una persona inmovilizada que se estaba quemando viva. En otra ocasión atacaron con un misil una tienda cercana. Si hubiera sido una bomba más grande, nos habrían descuartizado a todos.
Tras ver tanta guerra, ¿sabes distinguir los tipos de bombas? Sí. Y hasta el tipo de avión desde el que se lanzan. Hay unos que hacen mucho ruido, desaparecen y, al cabo de unos segundos, lanzan uno de los misiles de una tonelada. Cuando escuchamos ese avión de noche, salimos corriendo de nuestras tiendas y nos escondemos en el hospital.
¿Pensaste en salir cuando España repatrió a los hispano-palestinos al principio de la guerra? Lo estuvimos pensando. Pero ellos tenían que cruzar el peligroso punto de Netzarim y no se atrevieron. Nadie sabía que la guerra iba a durar tanto. Pensábamos que iba a ser tan corta como las anteriores. Yo no quise dejar mi trabajo porque me apasiona. Siempre he querido transmitir lo que le pasa al pueblo palestino.
¿Cómo es un día de trabajo para un periodista en Gaza? El día se repite durante los últimos meses. Nos levantamos tras dormir poco porque en el recinto hospitalario se escuchan ambulancias todo el tiempo. El tema de ir al baño es muy frustrante: tienes que salir fuera y hacer cola. Luego veo las noticias. Si ha habido un ataque, por ejemplo, en la zona de Jan Younis, voy a cubrirlo, siempre que la zona sea segura y no esté el Ejército israelí. Eso, hasta las dos de la tarde. Luego, a partir de las tres, empiezo a entrar en directo con América Latina.
¿Por qué estáis en el hospital? ¿Es más seguro? No, lo han bombardeado nueve veces. La mayoría de los periodistas se instalan aquí para cubrir a las víctimas que llegan y porque el hospital nos ayuda con la electricidad e internet. Nuestro trabajo depende de ello.
¿Qué crees que va a pasar ahora? Creo que hay una pequeña posibilidad de que, tras la tregua de Líbano, haya una entre Israel y Hamás. Pero sobre el terreno hay señales de que se va a alargar todo. Israel está construyendo torres de vigilancia y asfaltando. Se están preparando para ocupar territorios. Y Hamás ha dicho que no firmará la tregua si los soldados israelíes no se marchan.
¿Qué relación tenéis con Hamás? No los vemos. No sabemos dónde se encuentran. No van a los lugares donde estamos nosotros.
¿Has tenido algún encuentro con soldados israelíes? Cara a cara, no. Los he visto de lejos. Pero lo que me han contado es terrorífico.
¿Qué te han contado? Al parecer, el Ejército siempre tiene miedo de cualquier persona y, cuando se acercan, disparan.
¿Conoces a alguno de los periodistas muertos? Sí, en las primeras semanas de la guerra mataron a mi primo hermano, Rushdi Al-Sarraj, que era periodista. Y a Hamza al-Dahdouh, el hijo del jefe de Al Jazeera. El día en el que lo mataron habíamos desayunado juntos tan solo unas horas antes.
Psicológicamente, ¿cómo lo aguantas? Son rachas. A veces sales adelante, a veces te da el bajón. Sobre todo porque estoy lejos de mi familia; literalmente no tengo a nadie. Y por el miedo a perder a la gente a la que quieres. Pero mis compañeros de trabajo me dan fuerzas para seguir.