No fue el partido más brillante de la Real, ni el más divertido o vistoso, ni siquiera el más efectivo. Pero sí el más plácido de la temporada con diferencia, sentenciando a un Betis muy lejos de sus versiones recientes en la primera parte con dos goles con un toque de fortuna. Aihen fue muy listo para sacar rápido de banda y luego centrar bien. Gol en propia de un Llorente que se sintió realista de nuevo por un momento. Pero muy listo y pícaro estuvo también Mikel Oyarzabal. Provocó un penalti moderno, penaltito de VAR que tantas veces ha perjudicado a la Real y esta vez le vino a favor. Cosas de un fútbol que se sigue alejando poco a poco de la lógica. El capitán lo provocó y pidió sin parar. Y también lo transformó. Con calma, serenidad y engaño a Silva. No era un penalti cualquiera, no era un gol cualquiera. En su cara antes de tirar y, sobre todo, después de marcar, se notaba. El capitán realista anotó el gol número 100 de su carrera en el club de su vida. Iguala a Uralde en el séptimo puesto histórico y entra en ese selecto grupo de las tres cifras. Lo celebró con rabia primero, agarrándose el escudo como siempre. Y con orgullo y felicidad después, en el vestuario rodeado de todos sus compañeros. El ‘10’ ya era historia del club. Marcó el gol más importante de la historia reciente de la entidad en La Cartuja, ha liderado el cambio del club en lo deportivo de la mano de Imanol, siendo su prolongación en el verde. Defiende el escudo como nadie y se parte la cara por él. No está en su mejor momento, es evidente. Pero es que es un emblema de la Real, no es un cualquiera. Es Mikel Oyarzabal Ugarte, capitán y goleador centenario de la Real Sociedad. Es histórico.
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