El juez Velasco, el que ha dicho que cómo Irene Montero le iba a dar lecciones de consentimiento, se defendía con el derecho romano. Pero, de verdad, ¿saben qué decía el derecho romano sobre nosotras?
Para empezar no se hablaba sobre el consentimiento en las agresiones sexuales, porque entonces la violación no era como hoy. Recuerden que el origen de Roma está no solo en Rómulo y Remo, sino en un rapto de mujeres, el rapto de las Sabinas. Y cuando una mujer era agredida sexualmente, no había un juicio como ahora pensando en la víctima. No, ella no contaba, lo que preocupaba era solo el honor de la familia. De hecho, en Roma el ideal de la buena mujer era Lucrecia. Quien, después de ser violada, se suicidó con una daga. Por eso, cuando en el derecho romano se habla de consentimiento no es en el entorno de lo sexual, sino de lo mercantil, del contrato entre dos partes. Otra cosa es que nos consideren mercancía. Pero visto así ya pueden imaginar de dónde sale ese bulo de la ultraderecha de si ahora para tener sexo «hay que firmar un contrato».
Miren si la mujer era un cero a la izquierda que el jurista romano Papiniano decía que «en muchos artículos de nuestro derecho es peor la condición de las mujeres que la de los varones». Porque en la antigua Roma ellas no tenían ni nombre propio, solo el de la familia del varón. El pater familias era el eje troncal, el luego conocido como «el hombre de la casa» y por eso siempre ellas eran tuteladas, seres inferiores que debían tener por encima un varón, padre o marido. Y la potestad sobre los hijos e hijas era solo de ellos, pudiendo rechazar hasta a las criaturas sin consecuencias.
Como juez está bien recordar que el derecho romano se estudia en la carrera, pero hay más asignaturas como derecho constitucional o derecho internacional. Y aquí, los derechos humanos, la Cedaw o el Convenio de Estambul. Y cuando ya se está fuera de la carrera, actualizarse. Porque la ley actual define en el artículo 178 que el consentimiento será «cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona». Todo el mundo sabe, por las reacciones, gestos y actitudes cuándo no fluye una relación o un encuentro. Y si hay dudas, se pregunta, se habla y se escucha.
Si se realizan estas manifestaciones en público inquieta bastante pensar qué se dirá en privado. O aún más, ¿cómo puede perjudicar a las víctimas? Interpretaciones como las de ese juez hacen que las víctimas sientan que ir ante la justicia es como ir a un sorteo de la lotería. Es decir, denuncian y todo depende del azar y la suerte. O triunfan si les asignan un juez o jueza que realmente tenga una consideración sobre la legislación de las mujeres. O, si viene la mala suerte, sentencia de un jurista sin criterio ni referencias actuales, que hará que te acuerdes de haber denunciado y dificultará la recuperación. Entonces es cuando te preguntas, a pesar de llevar mucha toga, si a esto se le puede llamar justicia para las mujeres.
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