Año 1949. Santiago de Compostela. La zona monumental y su entorno estaba rodeada de campos y al fondo se divisaban barrios como San Caetano, San Lázaro, Sar, Castiñeiriño, Conxo, Vidán… y Vista Alegre, el lugar en el que un grupo de vecinos decidieron fundar un club de fútbol que años más tarde sería un emblema de la ciudad.
Porque la Sociedad Deportiva Vista Alegre guarda una rica e intensa historia que quedará al descubierto el próximo sábado, 14 de diciembre, en una comida que se celebrará en el colegio mayor Gelmírez (conocido por todos como el colegio de los Maristas) y cuyas invitaciones al precio de 35 euros para los adultos y 15 para los niños hasta diez años se pueden retirar en el propio colegio, en el local social del club y en el bar Anxo, la Cervexería da Avoa y en el Café&Mas A Ras de Ras.
Será, con toda seguridad, una reunión entrañable en la que saldrán a la luz cientos de anécdotas de un club que en muchas fases de su historia era una familia.
Pero desde aquella primera plantilla con Lito Cuán, Leví o Mauro Rodríguez Merrellas pasaron muchas cosas. Hablar del Vista Alegre es hablar de la cantera. En una época muy amplia sus equipos estaban habituados a disputar finales gallegas, pero si hubo uno que se llevó la palma fue aquel conjunto de juveniles dirigido por Paco Cerradelo que consiguió el ascenso a Liga Nacional. Era una magnífica plantilla y muchos de sus jugadores no tardaron en abandonar el club para fichar por conjuntos de superior categoría.
El malogrado Agustín ocupaba la portería secundado por una defensa de auténtico lujo con Parga, Carrillo, Lolo y Carlos Cea, jugadores de la talla de Javier, Mosquera o de José Ignacio Prol en el centro del campo y una punta de ataque que era una pesadilla para sus rivales con José María, Toñito y un Pedro Puy que dejó el fútbol por los estudios y que hoy en día es diputado en el Congreso de los Diputados en Madrid.
Fue tal la superioridad de este equipo en Galicia que llamó la atención de los grandes. Ficharon por el Deportivo Lolo y Cea, que después de su brillante paso por el Compostela con ascenso a Primera División incluído dejaría el fútbol vestido de azulgrana. José María recalaría en el Lugo, Toñito en el Ourense. Agustín llegó a defender la meta del Compostela y Javier, con los años también llegaría al Compostela y sería uno de los artífices del ascenso a Segunda División de la esedé.
En aquellas dos temporadas en Liga Nacional el club jugaba en el campo de la Residencia, donde están las pistas de atletismo, y trató de tú a tú a equipos de la talla del Atlético de Madrid, Valladolid o Salamanca y recibió, esta vez en los Maristas, a un Real Madrid en el que militaba Miguel Pardeza.
Y es que el Vista Alegre fue una auténtica fábrica de grandes jugadores. Con unos entusiastas entrenadores en las categorías inferiores en el que con el tiempo destacarían José Luis Iglesias y Pablo Vázquez por su juventud, dedicación y conocimientos, se crearía dentro del club el Atlético Vista Alegre, del que saldrían, por ejemplo, Jorge Antelo, futbolista procedente del Amio y quien después de una temporada en Liga Nacional fue fichado nada más y nada menos que por el Atlético de Madrid, al igual que el jugador de la primera plantilla Fontán. Y ahí no se detiene la cosa ya que Cao, que también jugó con los juveniles fichó por el Bergantiños y recalaría también con el Compostela. Y que decir de Sanmartín que tras su paso por el Vista Alegre vistió la camiseta del Compoistela y fue fichado por el todopoderoso Barcelona. Pero el único jugador que llegó a vestir la camiseta de la selección nacional juvenil fue el portero Carlos Arteaga que jugó en el Real Mallorca.
Pero el jugador más destacado del Vista Alegre fue Gelo Castiñeiras. Defendió la camiseta del Celta diez temporadas y tiene el honor de ser uno de los pocos defensas que recibió halagos del mismísimo Maradona, quien reconoció públicamente que el compostelano le había hecho el mejor marcaje que recibió en España sin haberle dado una patada.
Y que decir de los diez años en Tercera División compartiendo el campo de Santa Isabel con el Compostela. Aquel equipo de un humilde barrio había conseguido formar un equipo muy competitivo nutrido por muchos jugadores de la factoría de los Maristas, vigilados siempre desde la última planta del colegio por el hermano Marcelino Rueda, una pieza fundamental en la historia del club. Como también es la de Quico Fernández Otero, que ejerció de gerente, de entrenador y hasta de presidente en funciones.
Y la historia, después de 75 años, sigue aunque los tiempos no son los mismos ni el barrio tampoco. Pero el entusiasmo de quienes apuestan por el club continúa intacto.