En la otra orilla de la Mediterránea, la solidaridad entre pueblos no conoce fronteras. Y más cuando la mayoría sucumben bajo las mismas bombas. Después del alto el fuego decretado en el Líbano este miércoles, la población de la devastada Franja de Gaza también amanecía con una alegría genuina y rara. “Despertarme con la noticia de la tregua en el Líbano fue una sensación maravillosa; se merecen vivir en paz y con seguridad, se merecen la vida”, escribía Hamada Shaqoura desde el asediado enclave. Como muchos, Hamada se permitió un momento de ilusión para su propio pueblo. “Esto encendió en mí una chispa de esperanza de que lo que nos está sucediendo en Gaza podría terminar”, confesó en X.
“Quiero aferrarme a esta chispa: los palestinos merecen vivir, nuestros hijos merecen crecer, ir a la escuela, jugar, soñar y prosperar”, añadió Shaqoura, un conocido bloguero gastronómico que comparte vídeos diarios cocinando y alimentando a los niños del campo de refugiados de Jan Yunis, al sur de Gaza. Esa chispa prendió en todos los corazones de los palestinos, ya que significaba que el fin del derramamiento de sangre por parte de Israel en su tierra era más posible que antes. En menos de 14 meses, la brutal ofensiva israelí contra el enclave palestino ha matado a más de 44.429 personas, hecho desaparecer bajo las ruinas a miles más y herido a 105.250.
Abandonados y olvidados
Solo este sábado al menos 100 palestinos han sido asesinados en diferentes ataques en toda la Franja, según el Ministerio de Salud gazatí. Por eso, cualquier chispa de esperanza se convierte en un rayo de luz en medio de la más pura oscuridad. Aunque, mientras las bombas israelíes no dejan de caer por 422º día consecutivo, es difícil, sino imposible, aferrarse a ese diminuto fuego. Pese al impulso de Estados Unidos para que se realice un renovado esfuerzo que ponga fin a los combates en el enclave, la mayoría de los palestinos de Gaza se sienten abandonados. Precisamente la milicia libanesa Hizbulá empezó a lanzar proyectiles y drones contra territorio israelí el 8 de octubre de 2023 en solidaridad con el sufrimiento de los gazatíes y en apoyo a Hamás, prometiendo que no se detendría hasta que Israel aceptara un alto el fuego en Gaza.
Pero, desde el miércoles, los cielos israelíes se mantienen en calma. “Gaza está abandonada”, reconoce Hatem Mohamed, de 47 años, residente de la ciudad de Gaza, a la CNN. “Hizbulá tiene sus propios planes de abandonar Gaza para preservar lo que queda de sus fuerzas, así que no nos conviene”, apunta. “Este acuerdo permitirá a Israel centrarse únicamente en los palestinos y en lo que queda de la causa palestina”, añade, constatando un temor que muchos comparten. Más allá de la solidaridad inicial con el pueblo libanés y los centenares de víctimas civiles que la escalada israelí también se ha cobrado, los habitantes de Gaza empiezan a sentirse abandonados y olvidados sin nadie, más allá de sus fronteras, que les defienda.
Durante el anuncio del alto el fuego en el Líbano, los líderes israelíes y estadounidenses lo describieron como una oportunidad para avanzar hacia un alto el fuego en Gaza. El jueves, el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, dijo que las condiciones para alcanzar un acuerdo para asegurar la liberación de los rehenes israelíes de Gaza “han mejorado”. “Estoy dispuesto a un alto el fuego en cualquier momento, pero no a poner fin a la guerra, porque también tenemos que lograr la eliminación de Hamás”, afirmó. Incluso Hamás recordó el miércoles que su grupo seguía queriendo un acuerdo, a la vez que acusaba a Israel de ser inflexible. “Esperamos que este acuerdo [con Hizbulá] allane el camino para alcanzar un acuerdo que ponga fin a la guerra de genocidio contra nuestro pueblo en Gaza”, dijo al funcionario Sami Abu Zuhri a Reuters.
Ligero optimismo
En Egipto, mediador clave en las negociaciones, también se percibió un ligero optimismo. Dos fuentes de seguridad egipcias aseguraron a la agencia británica que Israel había informado a El Cairo de que, si se mantenía el alto el fuego libanés, volverían a trabajar en un acuerdo sobre Gaza. Después de casi 14 meses de guerra, las negociaciones para lograr la tregua en Gaza y la liberación de los rehenes israelíes lleva semanas estancadas. Ambas partes se niegan a ceder en sus demandas, que son prácticamente excluyentes. Por una parte, Israel quiere destruir a Hamás, mantener tropas sobre el terreno y reasentarse en el norte, algo inaceptable para el grupo palestino.
Hamás, por su parte, exige un cese total de las hostilidades, el retorno de la gente a sus hogares en el norte –sometido a un asedio medieval desde hace semanas– y ninguna presencia israelí sobre el terreno. Ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo, Qatar, mediador clave, abandonó su posición del último año y cerró la oficina política de Hamás en la capital, Doha, tras concluir que las dos partes ya no negocian de buena fe. Horas antes de la entrada en vigor de la tregua en el Líbano, el presidente estadounidense Joe Biden dijo el martes que Washington “hará otro esfuerzo” con Turquía, Egipto, Qatar, Israel y otros para lograr un alto el fuego en Gaza, liberar a los rehenes y “poner fin a la guerra sin Hamás en el poder”.
«Mucho por hacer en Gaza»
Pero, más allá de la esperanza de víctimas y negociadores, la clave está en los despachos de Jerusalén. Y, desde allí, el mensaje que llega es muy distinto. “¿Estamos al principio del fin [de la campaña de Gaza]? Definitivamente no. Todavía tenemos mucho por hacer”, afirmó esta semana el ministro de Agricultura israelí, Avi Dichter, miembro del gabinete de seguridad interna y ex director de la agencia de inteligencia Shin Bet. “Gaza nunca volverá a ser una amenaza para el Estado de Israel, alcanzaremos allí una victoria decisiva; el Líbano es diferente”, clarificó. Para los socios de gobierno ultraderechistas de Netanyahu, acordar un alto el fuego en el país de los cedros no es un asunto de vida o muerte. En cambio, en Gaza, sí lo es.
Los ministros colonos Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich hablan abiertamente de limpiar étnicamente la Franja y traer de vuelta a los colonos. Esta misma semana el ministro de Vivienda y Construcción de Israel, Yitzhak Goldknopf, ha visitado el enclave, acompañado de otras personalidades ultraderechistas, para defender que “el reasentamiento de las ciudades israelíes que fueron destruidas como parte de la retirada de Gaza de 2005 es la respuesta a la masacre de Hamás del 7 de octubre y al caso de la Corte Penal Internacional contra los líderes del Estado hebreo”. Estos mensajes, cada vez más cerca de convertirse en realidad, se convierten, sumados a las decenas de muertes diarias en Gaza, en el soplo definitivo para apagar la chispa de la esperanza de decenas de miles de palestinos.
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