Cuatro casos en 10 días. La violencia sexual ejercida por presos hacia funcionarias en las prisiones han registrado un repunte inusitado en esta recta final de año, inquietante desde que, en la prisión pontevedresa de A Lama, tuviera lugar el pasado día 22 el caso más grave de esta racha, con el resultado de una trabajadora penitenciara agredida físicamente.
“Puta, a mí no me manda una mujer”, le dijo un interno a una funcionaria en la prisión Sevilla I. Fue antes de amenazarla con reventarle la cabeza y matarla. En la cárcel Alicante II en Villena, un recluso humilló a otra trabajadora pública delante de otros presos intentando acorralarla con expresiones como “Eres una guarra; solo voy al baño a follar contigo, que te voy a demostrar que no soy maricón”.
Hay registrado en el penal de Valencia otro caso más estos días, esta vez entre mujeres, cuando una presa agarró de los pechos a una funcionaria. El sindicato ACAIP-UGT, mayoritario en las prisiones, ha hecho el recuento clasificando los hechos como distintos episodios de violencia sexual, y para denunciar que en los casos de Valencia y Villena la agresora y el agresor no han sido trasladados a otro centro, medida que tras otro tipo de los llamados «incidentes regimentales» se suele tomar con quienes violan gravemente el orden dentro de la prisión.
Atacada en la escalera
No quitar de en medio al agresor supone para la víctima tener que seguir cruzándose con él en el trabajo. En un análisis de estas situaciones, la central sindical llama la atención sobre cómo estas agresiones no necesariamente han de producirse con contacto físico consumado para ser tan graves.
Entre los casos registrados por la central sindical hay siempre imprecaciones agresivas e insultantes, frases como esta de un caso de este año, que el colectivo muestra como representativa de la casuística: «Eres muy puta. Vienes aquí a trabajar para que todos te miremos»
En el caso de A Lama, el viernes 22, el preso M.B. atacó a una vigilante en unas escaleras de la segunda galería. El interno atrajo a la funcionaria diciéndole que debía entregarle un documento. Cuando ella cogió el papel para leerlo, él la sujetó por el cuello, la apretó contra la pared y la besó introduciendo su lengua en la boca de la víctima.
Después de que ella consiguiera liberarse, él la persiguió gritando expresiones de acoso. El agresor ha sido enviado a aislamiento, y la víctima presenta secuelas emocionales.
Las mujeres agredidas, humilladas o amenazadas tienen a disposición la posibilidad de denunciar, y así suele ocurrir en los casos más graves, pese a la dificultad que para la víctima representa revivir el trance.
Precisamente para evitar los casos sin denuncia, ACAIP pide al Gobierno que los directores de las prisiones actúen más proactivamente llevando ellos los casos a la fiscalía. También han solicitado un nuevo protocolo de atención psicológica a las mujeres que dentro de un centro penitenciario regido por el Ministerio del Interior pasen por este trance.
Sin castigo
“La violencia verbal es habitual. Por eso siempre hemos pedido que se incluya en los protocolos de prevención”, denuncia J.L., portavoz del sindicato de prisiones.
El fenómeno de la agresión intramuros a mujeres trabajadoras ha crecido en España -“exponencialmente”, asegura J.L.- según ha ido aumentando la presencia femenina en las plantillas de funcionarios penitenciarios.
“Cuando la presencia de la mujer en prisión era anecdótica había un respeto de los presos, derivado quizá de sus propias actitudes machistas -explica el portavoz, veterano en las cárceles del Estado-. El nuevo preso no tiene ese respeto, y además, sus actos no tienen consecuencias”.
La central ACAIP-UGT, que exige tolerancia cero con el acoso sexual intramuros, ha solicitado un listado de agresiones sexuales (físicas y verbales) a la Secretaría General de Instituciones Penitenciaras, dependiente del Ministerio del Interior, pero desde ese organismo han contestado que esa estadística aún no existe.