Ha sido un ataque total y por sorpresa, que ha vuelto a incendiar Siria y puede desestabilizar aún más Oriente Próximo y reverberar en la guerra en Ucrania. El miércoles, las milicias yihadistas Hayat Tahrir al Sham (HTS), antigua filial de Al Qaeda, lanzaron una ofensiva inédita contra las tropas del presidente Bashar al Assad. Este viernes han llegado a las afueras de Alepo, la segunda ciudad del país tras la capital, Damasco. Rusia, principal sostén militar del dictador sirio, había reducido su presencia en Siria para centrarse en la invasión de Ucrania. Los rebeldes han aprovechado la ventana de oportunidad. Moscú se ha visto obligado este viernes a desviar aviones de combate desde Ucrania hacia Siria para frenar la ofensiva islamista.
Alepo fue el epicentro del infierno en el que se convirtió el país durante la guerra civil que comenzó hace casi 14 años. Una revolución trató sin éxito de deponer a Al Assad, que respondió con violencia extrema. Desde entonces, el norte del país se convirtió en un gran campo de batalla donde han luchado una miríada de ejércitos regulares, rebeldes y milicias islamistas, con presencia de soldados, apoyo militar o ataques de media docena de países: Estados Unidos, Rusia, Turquía, Irán, Israel y Líbano.
La guerra de Siria se convierte en otro foco de tensión bélica en un mundo en que los conflictos regionales amenazan con escalar en choques globales.
“Todos los conflictos están relacionados. Rusia tiene bases en Siria. Cuando entraron en la guerra, en 2015, usaron toda su capacidad militar para apuntalar el régimen de al Assad y consiguieron darle la vuelta a la situación”, explica una fuente diplomática con amplios conocimientos de la zona. “En las partes de Siria fronterizas con Turquía, como Idlib, se concentraron las milicias sunitas y grupos armados de oposición. Ahora, han aprovechado que Rusia está ocupada con la guerra de Ucrania para intentar consolidarse y avanzar hacia Alepo. Hay un riesgo serio de recrudecimiento de la guerra civil y de volver al escenario de 2014”.
La miríada de actores involucrados en Siria
En la guerra de Siria hay un auténtico enjambre de facciones.
El bando principal son las Fuerzas Armadas de la República Árabe de Siria, fieles al régimen de los Assad. Controla el grueso del país. Su principal aliado es Rusia. El general Aleksandr Dvornikov, apodado el “carnicero de Siria”, se jactó de haber probado en el campo de batalla sirio multitud de nuevas armas rusas. La población civil resultó masacrada, pero Assad mantuvo el poder. En esa facción también hay tropas iraníes de la Guardia Revolucionaria y del grupo libanés Hizbulá (también musulmán chií). En distintos momentos y grados, de este bando han estado la filial irakí Kataeb Hizbulá, hutíes de Yemen y comunistas del Frente Popular para la Liberación de Palestina.
El otro gran bando de la guerra civil es el del Ejército Libre Sirio, la oposición que no consiguió tomar el poder y que ocupa buena parte del noreste del país. Están apoyados por Turquía. Han llegado a recibir ayuda en mayor o menor medida de la milicia suní palestina Hamás o de los Hermanos Musulmanes egipcios.
El tercer bando es el de los yihadistas. Al principio de la guerra, el Estado Islámico de Irak y Levante (ISIS) llegó a controlar buena parte del país, pero ahora está muy mermado. El más importante en estos momentos es la mencionada antigua filial de Al Qaeda, HTS. Son los que van de avanzadilla.
Israel y Estados Unidos en Siria
Israel bombardea territorio sirio con frecuencia, sobre todo posiciones de Hizbulá cerca del aeropuerto de Alepo o directamente en Damasco, donde realiza asesinatos selectivos de sus enemigos políticos. Desde el comienzo de la guerra en Gaza, el pasado 8 de octubre, los ataques de la aviación israeli se han incrementado. Más de 150 este año. El 20 de noviembre, sin ir más lejos, un bombardeo israelí en la ciudad siria de Palmira mató a al menos 70 personas. Tel Aviv asegura que trata de evitar que lleguen armas a Hizbulá. Este año bombardearon el consulado iraní de Damasco y mataron a dieciséis personas, incluido un alto comandante de la Guardia Revolucionaria.
Estados Unidos tiene unos 900 soldados en Siria como parte de la coalición internacional contra el grupo Estado Islámico. También tratan de impedir que Irán envíe armas al país, protegen pozos petrolíferos y ayudan a las fuerzas rebeldes sirias. El Ejército americano opera la base de al-Tanf en el sur del país. El pasado mes de octubre, las Fuerzas Aéreas estadounidenses atacaron varios campamentos de Estado Islámico en Siria.
El régimen de Bashar al Assad se enfrenta a un dilema. Quiere acercarse al resto de países árabes, pero para ello necesita alejarse de Irán. El año pasado, la Liga Árabe volvió a admitirlo como miembro de pleno derecho tras años de aislamiento. Va a necesitar mucho dinero para la reconstrucción y se intenta acercar a los países del Golfo, como Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí. Pero estos son rivales geopolíticos de Irán, que ha sido el principal sostén histórico de la familia de los Assad en el poder.
Donald Trump quiso durante su primer mandato retirar a sus tropas del país, pero fue frenado por el Pentágono. Cuando llegue a la Casa Blanca, el próximo presidente de Estados Unidos podría decidir salir finalmente de Siria. Es posible que negocie con Putin sobre Ucrania, y que en esas conversaciones Siria forme parte de la agenda común de dos líderes impredecibles.