No hay flor en temporada que florezca en noviembre. Y mucho menos ya a principios de diciembre. El único toque de color en las calles de la ciudad costera de Tiro, al sur del Líbano, lo dan las buganvillas. Naranjas, rosados y blancos despuntan entre la verdura para recordar a los transeúntes que esta es una urbe mediterránea. En Tiro, las familias en duelo no tienen otra alternativa que traer buganvillas a sus fallecidos. Sin flores para aquellos que siguen sin tumbas. En un vasto terreno a las afueras de la ciudad sureña, la tierra removida, los largos ropajes negros y los lamentos de puro desgarro indican que bajo el polvo están los cuerpos de conocidos y desconocidos. Las familias se aferran a alguien que les dice que ahí, en esa fosa común improvisada mientras aún caían las bombas, está su pariente.

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