En su examen ante la Eurocámara en otoño de 2019 (que a diferencia de Teresa Ribera superó sin ningún sobresalto), Josep Borrell acuñó un lema que debía orientar su labor: «Europa debe aprender el lenguaje del poder«. A la hora de hacer balance de sus cinco años al frente de la diplomacia de la UE, el veterano político español admite que se ha quedado lejos de ese objetivo, en un cargo que según le advirtieron es «imposible», ya que la política exterior y de defensa sigue siendo competencia de las capitales y cualquier iniciativa requiere el acuerdo unánime de 27 países.

«Dado el rápido deterioro de nuestro entorno geopolítico, aún queda mucho por hacer para evitar el riesgo de que Europa deje de ser un actor relevante en el tablero global en el futuro. En cuanto a la política exterior y de seguridad europea, aún nos queda mucho trabajo por hacer para combinar eficazmente el poder de los Estados miembros y las políticas gestionadas por la Comisión», ha escrito Borrell en la entrada final de su blog, una especie de testamento de cinco años marcados por una sucesión de crisis: pandemia de Covid, invasión de Ucrania por parte de Rusia, guerra total en Oriente Próximo.

«Al comienzo de mi mandato dije que tenemos que aprender a utilizar el lenguaje del poder. ¿Recuerdan? Eso es hoy incluso más cierto que hace cinco años. Para utilizar el lenguaje del poder, para demostrar que sí se tiene poder, hay que estar unidos. Si no estamos unidos, no podemos mostrar poder. Muchas veces no hemos estado unidos. Muchas veces las discusiones han durado demasiado», lamenta el Alto Representante de Política Exterior de la UE saliente. 

«No se puede pretender ser una potencia geopolítica si tardamos días y semanas y meses en llegar a acuerdos para actuar. Mi último llamamiento a mis colegas es que estén más unidos y tomen decesiones más rápido. Los acontecimientos no esperan», dijo Borrell en su último Consejo de Exteriores de la UE. Su relevo lo asume a partir de este domingo la exprimera ministra estonia, Kaja Kallas, que saltó a primera línea de la escena europea por su línea dura hacia Rusia, pero cuyas políticas hacia el resto del mundo son todavía una incógnita.

La encerrona en Moscú

El 5 de febrero de 2021, Borrell visita Moscú con el fin de interceder por el líder opositor Alexei Navalnyque acababa de ser condenado a tres años y medio de cárcel, pero también para rebajar la tensión entre Bruselas y Rusia. Pero la reunión con el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, se convierte en una auténtica encerrona. En un ataque dirigido específicamente contra Borrell, cuyo activismo contra el procés es bien conocido, Lavrov desacredita a la UE usando los casos de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, a los que en una enrevesada argumentanción trata de equiparar a Navalny. 


El jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, en la rueda de prensa conjunta con Sergei Lavrov.

Europa Press

Borrell escucha impávido al ministro ruso y ni intenta rebatir su argumentación. A su regreso, recibe en la Eurocámara un aluvión de críticas por su «desastrosa» misión diplomática. Pero el Alto Representante se defiende alengado que lo importante era trasladar cara a cara al Kremlin su mensaje sobre Navalny. «¿Ustedes creen que no me hubiera gustado a mi entrar en un cuerpo a cuerpo con el señor Lavrov y rebatir abiertamente algunas de sus observaciones? Como por ejemplo comparar el caso del señor Navalny con el de algún eurodiputado (en referencia a Puigdemont) que se sienta en esta Cámara?», les espeta a los críticos.

La caída de Afganistán

En agosto de 2021, Joe Biden ejecuta la retirada de las tropas de Estados Unidos de Afganistán en un caos absoluto. Pese a su promesa de renovar su alianza con la UE, el presidente de Estados Unidos lo hace de forma unilateral, sin consultar siquiera con sus socios más estrechos. Los europeos comprueban con indignación y sorpresa que, sin la presencia de Washington, ellos tampoco pueden quedarse en Afganistán, ni siquiera garantizar una evacuación segura.

«El presidente Biden es el tercer presidente norteamericano consecutivo que nos ha avisado de que EEUU se desentiende de las guerras del mundo. Esto representa un aldabonazo para los europeos, que debemos despertarnos y asumir nuestras responsabilidades», avisa entonces Borrell.

Su propuesta es crear una fuerza militar europea de intervención rápida, compuesta por 5.000 soldados, y capaz de ejecutar misiones como garantizar la seguridad en una evacuación como la que vivió el aeropuerto de Kabul. Esta fuerza fue finalmente aprobada por los Estados miembros en marzo de 2022 y debería estar operativa en 2025, pero no está claro que vayan a cumplirse los plazos.

La guerra en Ucrania

«Lo que quedará en mi memoria fue un día (el 24 de febrero de 2022), a las 6 de la mañana, cuando sonó el teléfono y una voz me dijo: Están bombardeando Kiev. Con esta breve frase, están bombardeando Kiev, a las 6 de la mañana, se abrió una nueva era de nuestra historia«, relató Borrell al cumplirse los 1.000 días de la guerra en Ucrania. Su principal éxito como jefe de la diplomacia europea, según le reconocen partidarios y detractores, es haber mantenido la unidad europea en la respuesta a la agresión de Vladímir Putin.

Josep Borrell saluda a Volodímir Zelenski en su última visita a Kiev


Josep Borrell saluda a Volodímir Zelenski en su última visita a Kiev

Unión Europea

Una de las primeras medidas que adoptó Borrell fue utilizar el presupuesto de la UE para financiar la entrega de armas al Gobierno de Volodímir Zelenski. «Otro tabú ha caído. El tabú de que la Unión Europea no proporcionaría armas en una guerra«, dijo tras la reunión virtual de emergencia celebrada el 27 de febrero. El Alto Representante ha logrado además la unanimidad necesaria para aprobar hasta 14 paquetes de sanciones económicas sin precedentes contra el Kremlin.

Sin embargo, la unidad europea a la hora de apoyar a Ucrania empieza a resquebrajarse. Por un lado, la Hungría de Viktor Orbán bloquea hasta 6.600 millones de euros de fondos europeos para enviar material militar a Kiev. Además, el propio Borrell ha admitido que no está claro que la UE pueda sostener en solitario a Zelenski si Donald Trump corta la financiación estadounidense a Ucrania. Dejar de ayudar a Ucrania «y ponerla de rodillas delante del Kremlin sería una manera rápida, pero profundamente injusta y dramática de acabar una guerra», ha avisado.

La impotencia en Gaza

«Yo me voy de Bruselas con una enorme, gigantesca frustración por la incapacidad nuestra y de todos para parar esta masacre» en Gaza, repite Borrell cada vez que le piden hacer balance de sus cinco años al frente de la diplomacia europea. Tras los ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre de 2023 y la respuesta del Gobierno de Benjamin Netanyahu, la Unión Europea ha exhibido reiteradamente su impotencia debido a la profunda división entre los Estados miembros. 

Por un lado, España, Irlanda o Eslovenia fueron los primeros en reclamar un alto el fuego al Gobierno de Benjamin Netanyahu y han reconocido en solitario, al margen del resto de socios europeos al Estado palestino. En el extremo contrario, Hungría, Austria o República Checa han defendido en todo momento y sin reservas la actuación de Israel en Gaza. Los demás Estados miembros han ido oscilando en posiciones intermedias. El resultado es que la UE no ha sido capaz de hablar con una sola voz, por lo que tampoco ha podido ejercer ninguna influencia.

En esta crisis, Borrell se ha puesto siempre del lado de los más críticos con el Gobierno de Netanyahu, lo que le ha granjeado las críticas del resto de socios. En su última reunión como jefe de la diplomacia europea, propuso suspender el diálogo político previsto en el Acuerdo de Asociación entre la UE e Israel por las violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional por parte del Gobierno de Netanyahu en Gaza y Líbano. Una iniciativa que fue tumbada de inmediato por Alemania, Italia, Países Bajos, Austria, Hungría, República Checa, Grecia o Dinamarca.

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