Es el único negocio que ha quedado en pie tras la dana del 29 de octubre, el único que no tiene que tirar a la basura sus productos y el único que podría abrir mañana mismo si la zona estuviese acondicionada y vehículos y peatones pudiesen llegar hasta allí sin problemas. Y todo porque, antes de levantar la tienda, sus técnicos advirtieron que el área podría tener problemas con el agua y prefirieron modificar todo el proyecto antes de seguir adelante.
A la postre, su percepción ha resultado ser más que correcta, tal y como puso de manifiesto el desbordamiento del barranco del Poyo ocurrido el martes 29 de octubre, una inundación que dejó completamente anegada la zona e incluso obligó a las personas a tener que ingeniárselas para salvar la vida. A su alrededor todo es destrucción, pero en la tienda de Ikea las cosas siguen estando en orden. No es magia: el establecimiento se construyó en altura no por casualidad, sino con toda la intención del mundo.
Para conseguirlo, la multinacional sueca tuvo que reformular todo su proyecto original, renegociar su acuerdo de compra-venta y probar varias opciones hasta dar con una que le permitiera eliminar los posibles inconvenientes que le generase el agua. Por eso, antes incluso de firmar con los propietarios de los terrenos, exigió que renunciasen a parte de estos para obtener mayor edificabilidad y poder levantar toda la tienda por encima del nivel del suelo. El objetivo estaba claro: conseguir una planta más y desterrrar la idea de construir bajo tierra.
Los dueños de los terrenos accedieron e Ikea obtuvo 10.000 m2 más de los que estaban apalabrados en un principio para poder añadir una planta y edificar un local distribuido en cuatro alturas: las dos últimas las ocuparía la tienda propiamente dicha, mientras que las inferiores se destinarían a aparcamiento y accesos.
La traba era ahora que el Ayuntamiento de Alfafar también tenía que modificar todo el planeamiento urbanístico de la zona, pero Ikea se mostró inflexible y no dio su brazo a torcer: o tenía una planta más o la posibilidad de instalarse en la localidad podía esfumarse de nuevo. Así que en cuanto los dueños del suelo modificaron su números, el consistorio se apresuró en cambiar el diseño del PAI y todo acabó con un apretón de manos.
El proyecto original de Ikea era diferente
La primera vez que Ikea diseñó el que iba a ser su establecimiento en Alfafar sí incluyó un estacionamiento subterráneo. La idea era edificar una planta de aparcamiento bajo tierra y otra más a cota cero (al nivel del suelo), mientras que la tienda quedaría por encima del parking.
Sin embargo, cuando los técnicos de la multinacional se desplazaron a este municipio de l’Horta Sud para comprobar in situ cómo era el terreno que estaban a punto de comprar, advirtieron que el lago de l’Albufera estaba muy próximo y que el nivel freático era muy superficial.
Para salvar este inconveniente, que podía implicar frecuentes humedades e incluso inundaciones en el estacionamiento subterráneo, era necesario acometer una obra mucho más costosa o bien optar por establecer el garaje en superficie en lugar de bajo tierra.
En un primer momento incluso se planteó la posibilidad de situar una de las plantas de parking sobre la cubierta de la tienda, siguiendo el modelo de un conocido y veterano centro comercial de València, que dispone de decenas de plazas de aparcamiento en el tejado de su galería comercial. Más tarde, se decidió que lo mejor sería situar las plantas de parking en los niveles más bajos (superficie y primera planta), mientras que el establecimiento propiamente dicho estaría en las dos alturas superiores.
De esta forma, se abarataban costes de construcción y se finiquitaba la posibilidad de tener que lidiar con potenciales crecidas de agua. La única pega era que, para llevar a cabo este nuevo proyecto, había que conseguir mayor edificabilidad porque faltaba una planta: la que antes iba a ser subterránea y ahora debía estar sobre la superficie.
Fue por esto que en junio de 2011, antes de firmar el acuerdo de compra-venta con los propietarios del suelo, Ikea puso sobre la mesa el cambio de proyecto y exigió otros 10.000 m2 extra para poder levantar una planta más en altura.
Los dueños de los terrenos tuvieron que renunciar a parte de sus aprovechamientos para que la multinacional sueca obtuviese lo que quería y pudiese ejecutar el nuevo diseño, mientras que el Ayuntamiento de Alfafar se vio obligado a trabajar a marchas forzadas para cambiar el planeamiento y que la multinacional no se impacientase y se plantease buscar otro emplazamiento. En cuestión de semanas, todo estuvo resuelto.
Nuevo diseño, nuevas ventajas
La solución definitiva por la que apostó Ikea (con gran acierto a tenor de lo visto hace un mes) era ubicar la tienda en las zonas más altas y emplazar el estacionamiento en las inferiores. Esto, además de esquivar posibles problemas de humedades a los muebles y productos de decoración de la multinacional, también ofrecía una ventaja adicional que, en su momento, se publicitó como uno de los grandes atractivos del nuevo establecimiento de la marca sueca: una cafetería en altura dotada de enormes ventanales que permitían vislumbrar l’Albufera mientras se comía o se tomaba cómodamente un café. Pocos tenían tan buenas vistas.
Y así fue como quedó definitivamente la tienda de Ikea en Alfafar, la primera de la Comunitat Valenciana y uno de los grandes reclamos de una zona comercial que, ya antes de su llegada, era una de las más grandes y con más tráfico de personas del área metropolitana.
Ahora, después del paso de la devastadora dana que el 29 de octubre arrasó buena parte de la provincia de Valencia y especialmente esa zona de l’Horta Sud, el modelo que planteó Ikea se ha revelado como extraordinariamente adecuado: el establecimiento es el único del área que sigue intacto con la excepción de los daños que las inundaciones provocaron en la puerta de acceso y en los coches estacionados junto a ella, en el nivel de superficie.
Tanto la primera planta como las superiores, donde se emplaza la tienda, quedaron intactas mientras que a su alrededor todo era destrucción: allí el agua no llegó y por eso se convirtió en refugio para clientes y empleados aquella aciaga noche y para 700 vecinos de Alfafar días después, y en improvisado puesto de mando para los bomberos en las interminables jornadas posteriores a la catástrofe. Como decía, todo un acierto.