Primero de todo, felicidades. ¿Llegar a los 70 entraba en sus planes?
Con toda sinceridad, no. No tenía ningún plan más allá de los 60 años y mira, he pasado los 70 y estoy de puta madre. Yo pensaba que moriría joven. La energía de provocar la vi siempre asociada a la adolescencia, y pensaba que un día u otro eso se apagaría. Pues al contrario, tengo más ganas de provocar ahora que nunca.
¿Le sorprende su propia vitalidad?
Sí, no la del cuerpo, que esa es otra historia, pero sí la mental, la vitalidad de mi cerebro. Tengo creatividad, curiosidad, diría que soy como un bebé, descubriendo cosas a diario… Compartir todo esto con el espectador es una maravilla.
¿Qué deseos pide por su aniversario?
Primero, que las cosas siguen igual como hasta ahora y que pueda hacer otro espectáculo llamado 80 años; y segundo, el hecho de vivir es también descubrir dónde vamos a acabar, qué va a ser de nuestro planeta y nuestra civilización.
Alguien pensará que usted es un loco: a su edad todavía sobre un escenario, provocando y disparando.
Uno no puede ser un loco y seguir el ritmo que sigo. Yo estoy actuando en todo el mundo. Quizá haya sabiduría detrás de mi locura.
¿Qué le anima a seguir trabajando?
La mía es una curiosidad que nunca se acaba, sobre lo que significa vivir, existir, levantarse cada mañana, qué cosas son las buenas, descubrir continuamente cosas que no sabía, incluso a mi edad, como son otras dimensiones, otras realidades.
¿Ha descubierto qué hay después de la vida?
Lo que hay después de la vida es exactamente lo mismo que lo que hay antes pero tú no lo sabes. Cada día morimos y se llama dormir. Esto lo tengo muy claro, uno muere cada día y se despierta, hasta que uno muere y no se despierta, pero la vida sigue, y las energías siguen.
¿Su cuerpo siempre le responde?
No (risas). El cuerpo es como el coche, de vez en cuando paso la ITV de mi cuerpo y no me dan el aprobado. El cuerpo tiene sus problemas pero no son tan grandes para que me impidan actuar. Siento mi cuerpo menos fuerte pero está a la altura de lo que necesito.
¿El Leo Bassi artista, el que vemos en escena, es muy distinto del otro Leo Bassi, el de andar por casa?
Es el mismo. Yo paso 23 horas al día muy serio, reflexionando, buscando dentro de mí mis energías, mis provocaciones, y después, durante una hora, hago mi representación. Lo que se ve en el escenario es la representación del Leo Bassi que existe, recogido, un Leo Bassi muy racional, mucho más de lo que la gente se imagina.
¿Qué puede adelantar de su nuevo espectáculo?
Hay muchas cosas autobiográficas. Hay cosas que yo he aprendido de mi vida en los últimos años, que yo desconocía cuando era pequeño o incluso cuando era un joven adulto. Por ejemplo, que mis padres me llevaron a ver una explosión nuclear cuando era un bebé, algo que muy poca gente puede decir. Yo nací en Estados Unidos y en los años 50 la gente iba a los polígonos militares a presenciar ensayos de bombas atómicas como si fueran fuegos artificiales. Y en el espectáculo proyecto el 8 milímetros que mi padre filmó de aquella explosión nuclear.
Usted nació en Nueva York, cuando sus padres estaban de gira por Estados Unidos. ¿Qué recuerdos guarda de su infancia?
La infancia que yo tuve fue excepcional, increíble, y quizá por eso tenga esta mente joven, tan vital. ¡Crecí rodeado de los Hermanos Marx! Mi padre, célebre malabarista, trabajó en Estados Unidos con Groucho Marx y Louis Armstrong, entre otros muchos. Eso, además de muchas otras cosas, lo cuento en el espectáculo.
La amenaza nuclear sigue ahí, 70 años después.
Yo actué en Ucrania hace 7 años. En aquel momento era impensable lo que está pasando ahora. La situación mundial actual es preocupante.
Y más que lo será, con tipos como Musk. ¿Le seduce la inteligencia artificial para montar alguno de sus shows?
Ayer mismo Elon Musk contestó a una pregunta de un periodista: ¿la inteligencia artificial tiene sentido del humor? «Buena pregunta, vamos a probar», dijo Musk. Entonces entró en uno de sus sistemas y le pidió a la IA un chiste divertido. Los chistes que salieron eran horribles, sin ningún sentido. «Quizá el sentido del humor de la IA sea algo sobre lo cual tenga que trabajar», reconoció Musk. Yo creo que el humor es una de las inteligencias humanas más sofisticadas, complejas y profundas.
¿Cree que en este mundo en permanente conflicto la risa está en peligro?
La risa es más necesaria que nunca, y tiene que ser más provocativa. A mí me asusta un poco todo el mundo de los monologuistas, me parece superconvencional; están ahí en su pequeño mundo, muy tranquilos y bla, bla, bla, sin arriesgarse a anda. Necesitamos con urgencia una comicidad provocadora, impactante, que no tenga miedo.
La provocación le acompañará hasta la sepultura.
Seguro. En estos momentos estoy preparando mi tumba, será del Neolítico, pero más no puedo decir.
El auge del fascismo nos borra la sonrisa. ¿Cómo hay que parar a la ultraderecha?
El amor, la solidaridad, también son instintivas, no solo la agresividad. Como hombre de izquierdas que creo que soy tenemos que defender nuestros valores con instinto, con fuerza, con provocación. Una izquierda solo intelectual, sin instinto, está muerta. La izquierda quizá esté en un lugar demasiado tranquilo. La juventud ya no es de izquierdas, o es de nadie o es de extrema derecha.
Actualmente reside en Madrid. ¿Se fue de Mallorca huyendo de la masificación turística?
Toda mi vida he ido de aquí para allá, aun conservo mi casa de Campanet pero ahora mismo vivo en Madrid. El tsunami de turistas era previsible pero también es democracia. Los turistas son obreros en sus propias tierras, y los obreros también tienen derecho a viajar en masa. Mallorca ofrece un turismo obrero. Quizá habría que explorar otro modelo turístico, con otros valores, también políticos. Quizás el turista también sea militante en sus tierras, y después viene a Mallorca y se le explota como si fuera ganado.
Seguro que las inmobiliarias le llaman sin descanso para interesarse por su casa mallorquina.
Esta casa la compré cuando tenía 21 años. En aquel tiempo actuaba en es Jonquet, en Jack el Negro, Tito’s… Ahorré un poco de dinero y me compré la casa. Nunca, nunca, nunca la venderé. Esa casa, perdida en el campo, sin turistas, es mi vida.
Almeida, Ayuso, Lobato. Vaya espectáculo, lamentable en este caso, que le brinda la política a diario en la capital.
Sí, y eso entra en mis misas patólicas de Lavapiés. Cada semana doy seis misas. Menos mal que existe el novio de Ayuso, porque me da un material infinito para mis chistes.