La euforia inicial empieza a disiparse. Aún se mantiene el silencio sobre los cielos libaneses. El dron israelí no ha vuelto a aparecer en la mayoría del territorio. Pero eso no implica que todo haya sido tan pacífico como se prometía en el acuerdo. Durante la segunda jornada del alto el fuego decretado el miércoles de madrugada, ya empezaron las primeras violaciones de la tregua. Tanto Israel como el Líbano se acusan mutuamente de romper lo acordado. Podrían ser episodios anecdóticos de momento, pero el primer ministro hebreo, Binyamín Netanyahu, no ha tardado en amenazar a Hizbulá con una «guerra intensiva en caso de que se produzca una violación del marco del alto el fuego».
Uno de los puntos acordados, y que ya se ha empezado a aplicar sobre el terreno, era el despliegue del Ejército libanés en el sur del país como «las únicas entidades autorizadas a portar armas o desplegar tropas en la zona», según el texto. Centenares de soldados libaneses han llegado a diferentes aldeas sureñas entre vítores y aplausos. La población que insiste en volver a sus hogares pese al peligro y la destrucción ha llenado la devastación de flores y granos de arroz lanzados a los vehículos militares. Han sido estas mismas Fuerzas Armadas quienes han denunciado las violaciones del alto el fuego por parte de Israel.
«Los días 27 y 28 de noviembre, después del anuncio del acuerdo de alto el fuego, el enemigo israelí violó el pacto varias veces, mediante violaciones aéreas y apuntando al territorio libanés con diversas armas», han escrito en X este jueves. El primer ataque aéreo tuvo lugar ese mismo día cerca de Baysariyah, al norte del río Litani. El acuerdo de tregua estipula que las instalaciones militares no autorizadas al sur del río Litani deben ser desmanteladas, pero no menciona aquellas al norte del río. Por su parte, el «jército israelí dijo que un avión de guerra llevó a cabo el ataque después de detectar «actividad terrorista en una instalación de Hizbulá que contenía cohetes de mediano alcance en el sur del Líbano».
Fuego contra civiles
Horas antes, las propias autoridades militares hebreas habían confirmado haber disparado contra personas que intentaban regresar a ciertas zonas del sur del país. Por el momento, las tropas israelíes no se han retirado de los pueblos fronterizos libaneses a los que muchos ciudadanos oriundos están intentando volver. La invasión terrestre lanzada el pasado 1 de octubre les permitió penetrar hasta cinco kilómetros al interior de territorio libanés en medio de feroces combates con miembros de Hizbulá. Este jueves las tropas israelíes han abierto fuego contra Rmeish, una aldea cristiana que se había librado en gran parte de la violencia que sí que se ha cebado con los pueblos chiíes en estos casi 14 meses.
También, durante la primera jornada de alto el fuego, dos periodistas resultaron heridos mientras informaban desde la ciudad de Khiam, a seis kilómetros de la frontera. Además, el Ejército israelí ha detenido a cuatro personas a las que inicialmente ha vinculado a Hizbulá, pero Hasán Fadlalá, diputado del partido en el Parlamento, ha denunciado que solo se trata de civiles que intentan volver. Este viernes el medio libanés L’Orient-Le Jour ha informado que «una fuerza israelí, compuesta por cuatro tanques y dos excavadoras, ha entrado en uno de los barrios occidentales de Khiam«. «El Ejército israelí no llegó a este barrio durante los combates y ahora está intentando entrar durante el alto el fuego», denuncia el diario. Otras dos personas han resultado heridas por fuego israelí en Markaba, cerca de la frontera.
Toque de queda
En paralelo a estas violaciones, desde el inicio del alto el fuego, el Ejército israelí ha impuesto un toque de queda entre las 17.00 y las 7.00 horas en toda la zona comprendida entre la frontera y el río Litani. «Los que están al sur del río deben permanecer donde se encuentran; por su seguridad, debe cumplir estas instrucciones», ha dicho el portavoz en árabe, Avichay Adraee, por tercer día consecutivo en una «declaración urgente a los residentes del sur del Líbano». Tanto las autoridades israelíes como las libanesas han pedido a la ciudadanía del sur que no se apresure en volver a sus hogares, pero a muchos les puede la emoción y la añoranza tras 14 meses lejos de casa.
De nuevo, los centros médicos se han convertido en objetivos de los ataques israelíes. Este mismo viernes varios disparos han alcanzado el Hospital Ghandour a la entrada de la ciudad fronteriza de Bint Jbeil, a menos de cinco kilómetros de la Línea Azul. Al menos una persona ha resultado herida. Por parte de Hizbulá, no se ha reportado ningún lanzamiento de proyectiles contra el norte de Israel, permitiendo a la población del otro lado de la frontera plantearse el tan ansiado retorno. Muchos no quieren volver aún y ven el acuerdo del alto el fuego como una rendición por parte del Gobierno de Israel al no conseguir la eliminación definitiva de Hizbulá y la amenaza que aún sigue suponiendo.
«Condenados a la guerra perpetua»
«Por mucho que ahora hayan parado las bombas, estamos condenados a la guerra perpetua»; reconoce Antoine Khoury, un joven en la treintena del norte del Líbano, a este diario. La distancia geográfica con las principales zonas atacadas y su condición cristiana le permiten hacer un retrato más crudo del futuro inmediato de su país. «Cada 10 o 15 años tenemos algún conflicto con Israel: más gente muere, se pierden casas y tierras, y poco más», apunta Khoury con una crítica subyacente a Hizbulá por ser el culpable de que el país se convierta en objetivo de una ofensiva militar de forma relativamente periódica.
Otro joven suní, Ziad al Zayyat, coincide en las críticas a la milicia-partido político. Como se encuentra fuera del país, se atreve a hacerlo abiertamente. «Nunca aprenderán, es un caso perdido«, dice a EL PERIÓDICO sobre las centenares de personas, la mayoría de origen chií, que consideran el alto el fuego como una victoria para Hizbulá. La realidad es que el grupo se encuentra increíblemente diezmado a nivel militar y descabezado en su liderazgo, pero aún cuenta con bastante fuerza política y popular. En el Líbano, nadie tiene claro que este alto el fuego, que en apenas dos días ya podría haber sido violado al menos 18 veces, aguante.