El Real Madrid trata a Kylian Mbappé como si fuera un paciente que tiene un virus para el que todo el mundo tiene diagnóstico, pero nadie cura. Sus compañeros y su entrenador le citan en tercera persona. Le cargan de responsabilidad y a la vez creen que en algún momento logrará asumirla con acierto. Es el chivo expiatorio de un campeón de Champions que está en el abismo de la competición. El problema es sistémico: falla el planteamiento, la planificación y el acierto, pero como de todos los presentes en Anfield el que tenía más claro su deber era Mbappé y no lo hizo, el francés carga con el peso del fracaso. Se quedó solo tras fallar el penalti, con las manos en la cara y sus compañeros siguiendo el resto de la acción.

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